viernes, 26 de octubre de 2007

Leones en la Historia

LEONES

Fragmento extraído de: AAVV, Leones, Córdoba, Imprenta de la Lotería de Córdoba, 2006.

PRÓLOGO

“La tierra aún aguarda los últimos secretos”

Vicente Huidobro

Motivados por una invitación del Gobierno provincial bajo el programa Historias Populares Cordobesas ha sido concebido este libro, junto a la desinteresada colaboración de instituciones, profesores, alumnos y ciudadanos de Leones.

El proceso del cual formamos parte implicó transformarnos en pequeños investigadores y nuestra meta: aprehender, indagar y reconocer los hechos ocurridos en nuestra localidad desde su nacimiento, sin desconocer las transformaciones propias del decurso inefable del tiempo que se erigieron como parte de nuestra historia.

Ante ese desafío optamos por focalizar un eje temático que identificara a Leones y, por consenso, la elección recayó sobre las plazas, parques y paseos de la ciudad que, por fortuna, abundan y la colorean; además de resultar significativos en relación al número de habitantes.

Convencidos de que resulta imprescindible la recuperación del relato oral, recabamos los testimonios de ciudadanos que protagonizaron y fueron testigos de historias de vida vinculadas a las plazas. Es necesario recalcar que las funciones asignadas a estos espacios de recreación fueron modificándose con el transcurso de los años y se convirtieron en reservorios de la memoria colectiva.

Con el propósito de rescatar el pasado, disfrutar el presente y proyectar un futuro que salvaguarde el patrimonio cultural de la ciudad, nuestra intención y deseo es que la lectura de este libro favorezca la difusión y elaboración de nuevas historias, que los relatos no descansen sin hacernos hablar, leer, buscar información; sino que sirvan de punto de partida para nuevos desafíos.

Aquél que sembró un recuerdo y aún no disfrutó de él, que lo haga pronto, que sepa que aún está a tiempo de rescatarlo y compartirlo colectivamente, aunque el abrirse cueste o signifique pérdida, porque el crecimiento lo amerita.

Alumnos y docentes del Equipo de Trabajo

Leones, 13 de junio del 2006.

INTRODUCCIÓN

Nuestra ciudad no es la misma que fue en el pasado; menos aún, sus espacios. Las transformaciones que ha experimentado, han implicado la modificación de su infraestructura y la conformación de una identidad basada, por un lado, en funciones específicas otorgadas al espacio y, por el otro, en representaciones culturales que aparecen, en algunos casos, asignadas al mismo. De modo que el espacio de la ciudad es una compleja red de signos cambiantes con significados asociados y destinados a la lectura. Leer el espacio; esto es, encontrarle sentidos culturales e históricos que permanecen ocultos, ha sido el objetivo fundamental del presente trabajo. Nos convertimos en lectores de nuestra propia ciudad, podría decirse; pero, en todo caso, lectores rebeldes y para nada inocentes, puesto que, como en toda verdadera lectura, el trabajo supuso una preparación previa. No se trató de una lectura onanista y basada en el mero “gusto”, sino todo lo contrario, estuvo apoyada en la búsqueda de conocimientos del mundo. Esta operación implicó, por tanto, abandonar en algunos puntos el mero placer que, sostienen algunos, debería provocar la lectura, para aventurarnos en un trabajo arduo de interpretación, análisis, búsqueda y selección de documentos orales y escritos. La lectura de la ciudad como trabajo; por eso, una rebeldía contra quienes sostienen que el único fin al cual está destinada esta actividad es el placer. De ninguna manera, la lectura está predestinada al conocimiento y conocer es el resultado de un trabajo agobiante en el que, al principio, el placer queda relegado por una suerte de incertidumbre que se abre hasta la angustia o por el cansancio que provoca la información acumulada por los años. El placer se consigue después, en todo caso, cuando hemos logrado trabajar los signos para volverlos un conocimiento que nos revela quiénes somos.

La lectura que nos proponemos no abarca todo el espacio de la ciudad ni tampoco toda su historia; lo cual sería una tarea imposible de realizar en el tiempo que disponemos. Se reduce a un aspecto de ella que consideramos central para la conformación de su identidad: las plazas y los parques de Leones. La elección de este objeto obedece a dos motivos. Por un lado, Leones, como ciudad pequeña que es, ha poseído en su historia al menos once espacios destinados a plazas y parques: Plazoleta San Martín y Plaza Colón, llamada en su origen Plaza Norte y en la actualidad Plaza de la Madre; Plaza Manuel Belgrano, denominada Plaza Sur en los comienzos del pueblo de 1881, Parque Benvenuto, Parque Fiesta Nacional del Trigo, Plaza 25 de mayo, Parque del viajero, Plaza Malvinas argentinas y áreas parqueadas (Playón Polideportivo Municipal, Complejo Deportivo del Club Sarmiento y parqueado sobre Bv. Mitre en el Barrio Sud). La cantidad es significativa, puesto que la mayoría de las ciudades pequeñas y pueblos de la región cuentan con uno o dos parques y/o una o dos plazas. Por otro lado, como veremos en el desarrollo del trabajo, la mayoría de estos lugares comienza su existencia como un descampado; pero que es utilizado para el recreo o el desarrollo de alguna actividad pública, aún antes de transformarse en plaza o parque. Se cruzaba o se jugaba a las bochas o al fútbol en el descampado; aunque también se lo empleaba para quinta o como basurero o pozo de agua. La mayoría del espacio que luego se transforma en plaza o parque es, en sus orígenes, público. También, la elección del objeto no es inocente, puesto que ella nos enfrenta, a veces, a una suerte de choque generacional entre los adultos que casi no disponían tiempo para ir a la plaza o al parque y que no los utilizaron porque no existían tal y como son en la actualidad y los jóvenes y adolescentes que poseen tiempo y utilizan la plaza o el parque porque siempre estuvieron en el mapa urbano desde su nacimiento.

Estas instancias y puntos de lectura, decíamos, se apoyaron en la búsqueda de conocimientos. Tal proceso se llevó a cabo a partir de dos métodos: entrevistas orales y consulta de documentos escritos. Enmarcados en el Programa declarado de interés provincial, Historias Populares Cordobesas, el equipo se capacitó para realizar entrevistas a fuentes orales que nos permitieran conocer no sólo cómo fue la plaza o el parque en el pasado, sino también qué se hacía en ellos, qué se hace y qué lugar ocupan y ocuparon en su vida personal. La elección de las fuentes orales se llevó a cabo bajo dos criterios: uno temporal y otro espacial. Por medio del criterio temporal se garantizó que todas las edades participasen del proyecto, desde niños hasta ancianos. A través del criterio espacial, se intentó que tanto quienes vivían en los alrededores de una plaza o parque, como los que no, pudieran colaborar. Los dos criterios perseguían el objetivo central del programa provincial que era lograr reactivar la participación de la localidad en la confección de su historia. Así, visitamos a 23 entrevistados que fueron el pilar de la investigación. Pero no nos quedamos allí. También, para garantizar el objetivo, se impulsaron dos concursos municipales (literarios y de artes plásticas), cuyos resultados se incluyen en la presente edición, y se promovió la intervención de los fotógrafos de la ciudad, quienes, unidos, elaboraron la tapa del libro. Por último, se convocó a la población por medio del periódico local a las reuniones del equipo de trabajo.

Ahora bien, la labor de reunir conocimientos del mundo requirió la lectura de documentos escritos. Podríamos decir que fueron dos tipos los consultados. Por un lado, se trató de bibliografía sobre la ciudad latinoamericana y argentina, así como sobre la historia de nuestra propia ciudad; por el otro, pudimos acceder a algunos archivos municipales y a notas en la revista La familia cristiana y también del periódico Nuevo Día. Tales métodos de lectura de la ciudad implicaron la apertura del campo meramente histórico hacia el de otras disciplinas. De modo que resultó multidisciplinaria, si bien el eje del estudio lo constituyó la historia. No obstante, cuando el tema requirió de la asistencia de otra rama del saber, aparecieron las vetas de campos como la literatura, el análisis del discurso, la antropología, la geografía cultural, la sociología, la psicología, el arte y la arquitectura. Esta amalgama de saberes se imprimió sobre la ciudad y extrajo sus sentidos para permitir que otras lecturas surjan. Sin embargo, nada es tan fácil como parece. Leones presenta algunas dificultades para contar su historia porque los archivos municipales han sido afectados por incendios, inundaciones o saqueos y aquellos que remiten a nuestros primeros tiempos han desaparecido. Esto supuso una verdadera dificultad para el presente trabajo; pero, al mismo tiempo, su impacto no fue tan grande debido al objeto seleccionado. Las plazas y parques de Leones comienzan su existencia y transformación, casi todos, a partir de mediados de siglo; a excepción de la Plaza Norte y del Parque Benvenuto. De modo que para nuestro trabajo, los impactos de tal obstáculo se vieron minimizados. No obstante, en la parte de la reseña histórica se hicieron notorios, salvo en los últimos treinta años. De todos modos, como no era nuestro objeto dar cuenta de la historia total de Leones, hemos empleado para reconstruirla las investigaciones históricas anteriores de la señora Marta Núñez y del señor Mario Penna, corroborando algunos datos y señalando las diferencias y dificultades de las mismas, de modo que indagaciones posteriores puedan ahondar los puntos oscuros que quedan señalados en el presente libro.

Conviene, ahora, hacer hincapié sobre las dificultades teóricas y metodológicas de los trabajos históricos anteriores. Leones, en el pasado y en el presente de Núñez es un trabajo exhaustivo, donde prima el rigor positivista propio de los setenta, razón por la cual se anotan datos tras datos sin proporcionar una explicación; esto es, una lectura o, en todo caso, un punto de vista particular sobre esos acontecimientos. La historia no es una colección de datos, sino una explicación posible del pasado y del presente estructurada como relato. Debemos agregar, además, que el trabajo prácticamente clausura las posibilidades de acceder a otros datos, puesto que la historiadora recopila los documentos de los primeros tiempos de Leones y no los devuelve al municipio, según nos informan. De todos modos, los datos recopilados por Núñez están, por así decirlo, sin una lectura o conexión posible entre ellos; motivo por el que el presente trabajo trata de elaborar una explicación de los mismos y convertirlos en historia. El trabajo de Penna, La sexta posta. Una evocación sobre la posta “Los leones” y sus inicios, intenta dar cuenta de nuestros primeros tiempos, pero posee algunos puntos poco claros y graves dificultades metodológicas. Devoto de la “objetividad” que pregona en sus primeras páginas, el trabajo no resulta nada objetivo. La objetividad supone la posibilidad de captar la realidad tal cual es y convierte al discurso de la historia en criterio de verdad; cuando este punto de vista ha sido debatido a lo largo de todo el siglo XX y refutado desde las ciencias del lenguaje. Es imposible ser objetivo en historia porque se emplea el lenguaje en su práctica y el mismo es una representación de la realidad, no la realidad; lo que equivale a sostener que siempre que empleamos el lenguaje estamos ante una operación de recorte de lo real y ante un punto de vista sobre ello; por lo tanto, ante una posible verdad y no frente a la verdad absoluta. Lo que no se puede hacer en historia es falsear los datos. Existen documentos y no se los puede evitar, ni tampoco inventarlos, cosa que, en muchos puntos, realiza el señor Penna. Como se verá en adelante, su trabajo, muchas veces, emplea citas textuales del libro Marcos Juarez, cien años de historia y “las hace pasar” como si fueran certezas de la historia de Leones, sin aludir, siquiera, una remota vinculación con aquel texto. El procedimiento es condenable en varios puntos. Primero porque no se cita la bibliografía de la cual se extrae el fragmento (ni siquiera Núñez aparece en el listado final de bibliografía, cuando la cita en el texto y, en algunas ocasiones, utiliza párrafos de su libro y con pequeñas variaciones los hace pasar por un descubrimiento propio) y, segundo, porque oscurece nuestro pasado en lugar de “aclararlo”.

Lectura de la ciudad que abre a lecturas posteriores, este trabajo, como se verá, está dividido en cinco partes. La primera de ellas, “Leones en la historia”, aborda el pasado de nuestra localidad en el marco de la conquista del espacio latinoamericano y argentino, hasta la actualidad. Como señalamos, se emplean en esta sección, como punto de partida, las investigaciones de Núñez y Penna, pero también han sido de gran utilidad las publicaciones de La familia Cristiana, Nuevo Día y los archivos municipales. Estos últimos, como se verá, presentan una dificultad más; a saber, que no están organizados para la consulta y, por lo tanto, no poseen clasificación en muchas oportunidades. Las dos publicaciones locales a las que aludimos posibilitaron la corroboración de algunos datos y también la reconstrucción histórica de los últimos treinta años. La segunda parte del libro, “Leones: la ciudad de las plazas y los parques”, entra en el terreno que se propugna como objeto específico de nuestra labor y nos ofrece una apertura concreta al recorrido de la primera parte. En este apartado, asistiremos al hecho de las transformaciones de nuestras plazas y parques en función de las metamorfosis de la ciudad. Algunos de ellos, veremos, conservarán inalterado el recuerdo de una época pasada y nos parecerá que quieren decirnos algo. Lo cierto es que las plazas y los parques no hablan, sino nosotros; por eso es que tenemos la tarea de encontrar los secretos que guarda nuestra ciudad en cada uno de ellos. Y no hay manera de hacerlo sin el estudio y la investigación histórica. Estas transformaciones, si bien producen cambios, siempre conservan algo: un resto del pasado. Ese resto que queda en la fisonomía o en el uso de la plaza tiene el valor de una pista que cada uno de nuestros entrevistados ha señalado y es a partir de él que edificaremos nuestro recorrido acompañando sus afirmaciones con el análisis de documentos escritos. La tercera parte, “Estampas y sentidos ocultos”, desarrolla los significados que social y culturalmente se dejan traslucir en las entrevistas. Aparecen las estampas cotidianas, donde unos usos (juegos, asados, reuniones) y unas representaciones culturales (nombres, diferencias entre parques y plazas), darán cuenta de cómo nuestra vida de ciudad se organiza en torno de los recreos y visitas que se realizan al parque y a la plaza. La cuarta parte, “Anexos”, se divide en dos. Una, que incorpora los textos literarios del concurso municipal cuya consigna era que estuviese relacionado, de alguna manera, con una plaza real o imaginaria. La otra, las fotografías de nuestras plazas presentes y pasadas, con planos y con los cuadros ganadores del concurso municipal de pintura. Finalmente, las “Referencias” ofrecen el listadote los participantes del trabajo y los agradecimientos a quienes lo hicieron posible y la bibliografía consultada para aquellos que se aventuren por el mismo camino en el futuro.

Abordar esta lectura en tan poco tiempo, hubiera sido imposible sin la conformación de un verdadero equipo de trabajo y de colaboradores que posibilitaron la tarea. Los alumnos de la ESCBA y docentes de la misma institución y del IPEM Nº 256, así como del CENMA Y CENPA, e integrantes de la Comisión Municipal de Cultura permitieron, en gran parte, que este trabajo llegase a término. Las reuniones, que en un principio fueron semanales, nos permitieron no sólo conocer nuestra historia local, sino, además, nuestras posibilidades y limitaciones, nuestras capacidades y nuestros miedos. Lo más importante de rescatar fue la autonomía y la libertad con la que trabajamos de parte del municipio; cuestión que no siempre es fácil de lograr. No hubo ni temas, ni prohibiciones, ni ninguna estratagema que nos impidió realizar nuestro trabajo y eso es signo de madurez política en Leones. Y esto sin hacer apología a ningún partido en particular, porque sabemos, aquellos que trabajamos en la esfera socio- cultural, que los diferentes gobiernos municipales en los que nos ha tocado intervenir se han caracterizado precisamente por la libertad que nos brindan para actuar con nuestras propuestas. Por eso decimos que, en este terreno, hay una madurez política notoria. Por otro lado, sabemos que aquellas reuniones dejaron en nosotros otras cosas. Los chicos, imaginamos, habrán aprendido a trabajar leyendo y a enriquecer su formación metodológica, los docentes a encontrar un espacio de trabajo por fuera del aula y el resto, junto a todos ellos, descubrimos que, sin lugar a dudas, Leones tiene su historia y que merece ser contada. Pero esto último implica, asimismo, que esa manía por leer y, por tanto, conocer nuestra ciudad, no se agote con este trabajo; sino que sea continuada por investigaciones posteriores que atiendan a otros puntos tan relevantes como el del presente libro. Esperamos que el objetivo final de conformar un Centro de Estudios Culturales llegue a su término y que se arbitren los recursos, tanto humanos como materiales, para conseguirlo.

PARTE I.

LEONES EN LA HISTORIA

LA APROPIACIÓN DEL ESPACIO LATINOAMERICANO Y ARGENTINO

Del 1492 al 1799

Cuando los españoles llegan a América en los siglos XV- XVI, creen enfrentarse con una naturaleza vacía[1]. La idea es un poco absurda, porque ni los nativos ni sus ciudades les hicieron pensar que se hallaban en un espacio habitado (por lo tanto, no vacío) y, en algunas partes, humanizado (por tanto, no totalmente natural). Ocurrió que sus visiones de mundo, católicas y medievales, les hicieron creer que se hallaban frente a un universo retrasado, próximo al origen o, por lo menos, más natural. Y la mayoría de ellos no tuvieron reparos. Inmediatamente lo concibieron como un espacio inferior que debía ser llenado con la cultura europea. Entonces, comenzó la batalla por apropiarse de él, por someterlo y, de ser necesario, destruirlo para sembrarle lo que consideraban la civilización europea.

Para esta empresa, dispusieron del establecimiento de ciudades que le permitieron re-asegurar el espacio contra el nativo y, al mismo tiempo, servirles de posta y hasta de fortín para poder, a partir de ellas, abrirse paso en América. Es así que las primeras ciudades se fundan en México y en el Cuzco. Desde ellas, se organizaron expediciones encomendadas a los adelantados, españoles que tenían por función conocer el territorio descubierto hacia el sur y asegurarlo por medio de ciudades. El sur fue, al principio, una incógnita, porque se creía que allí se terminaba el mundo. Hasta que Amerigo Vespucci, entre los años 1499 – 1502, llega más allá de las regiones del fin del mundo y pone fin a esta idea, e incluso da a conocer que el continente descubierto no era parte de las Indias como todos pensaban, sino uno Nuevo y desconocido. Por eso, en su honor, se denominó América al Nuevo espacio y, a partir de tal descubrimiento, comenzaron a aventurarse las empresas marítimas rodeando la costa hacia los territorios del Sur.

Es así que en 1516, Solís llega por mar al Río de la Plata al que denominó Mar dulce en honor al sabor del agua que contrastaba con lo salado del Atlántico y, luego, penetró en el Paraná al que denominó Río de Solís y fue muerto por una tribu de nativos. Estas expediciones permitieron el conocimiento del Sur y que otras comenzaran a explorarlo, por el Río de la Plata, y también que asentaran ciudades como forma de apropiarse del espacio. La empresa no era sencilla; más de una vez los nativos defendieron su lugar de origen y lograron contrarrestar la invasión europea, como en el caso de Buenos Aires. Es conocido que su primera fundación llevada a cabo por Pedro de Mendoza (1536), fue desbaratada por los indios charrúas que obligaron a los españoles a retirarse, hasta que en 1580, Juan de Garay, venció a los nativos y fundó Santa María de los Buenos Aires, apropiándose definitivamente del espacio indígena.

Las ciudades en nuestro actual territorio argentino comenzaron a proliferar fundamentalmente a partir de estas dos líneas, por el norte, vía terrestre, y por el este, vía marítima, según Amílcar Razori en Historia de la ciudad Argentina. De este modo comenzaron a aparecer las primeras desde el norte hacia el centro del país y, por otro lado, desde el Río de la plata hacia el interior, por el curso del Paraná. Todas implicaron el robo del espacio a los nativos, a veces sanguinolento, otras por una imposición basada en el oportunismo diplomático español, para llevar a cabo en él, un sueño europeo: el del orden[2]. Los españoles quisieron apropiarse del espacio vacío para hacer en él ciudades ordenadas que reprodujeran en su trazado la jerarquía social. Según Ángel Rama, por eso se dispuso el diseño en forma del tablero de ajedrez para todas ellas, llamado en damero. Es decir, un cuadrado perfecto, dividido en cuadrados, los solares, con un centro que debía ser la plaza pública, en cuyo alrededor se debía establecer la Iglesia, símbolo del poder eclesiástico, y el Cabildo, símbolo del poder político. De este modo, a partir de la cercanía a la plaza, se distribuyeron, en orden de importancia, las clases sociales. Por eso, en sus proximidades se estableció la clase privilegiada y más allá, los sectores no privilegiados.

Así, cada vez que se fundaba una ciudad, un plano tendía a fijar esta estructura. Incluso el mismo acto de fundación, se llevaba a cabo en el lugar central de la ciudad, la plaza, en la cual el fundador oficiaba una ceremonia estrictamente formal, por la cual se adueñaba del espacio. Así ocurrió, por ejemplo, con la ciudad de Córdoba. El 24 de Junio de 1573, Jerónimo Luis de Cabrera llega a Córdoba desde Santiago del Estero encomendado por el Virrey Toledo; y el 6 de Julio procedió a la ceremonia de fundación de la ciudad en nombre del Rey de España. Jerónimo Luis de Cabrera leyó el acta de fundación ante escribano público, luego, arrancó unas ramas de sauces que cambió de lugar, desafiando a aquel que se opusiera a la toma de posesión del sitio, dio unos espadarazos sobre un árbol que había mandado a colocar con tres ramas cortadas, en el cual colgó el acta de fundación y estableció la picota, como forma de imponer el orden de justicia de la corona. De entrada, la ciudad nace para apropiarse del espacio y para imponer una forma de orden. El trazado de la ciudad a la que se denomina Córdoba de la Nueva Andalucía, vuelve a ser el del damero y la plaza central se emplaza en el mismo sitio en el cual se celebra la fundación, de acuerdo a los planos de 1577, copia de los originales que confeccionara el fundador. De modo que aquí también el orden se impone, sobre todo si consideramos que alrededor de la Plaza, se establecieron las familias con mayor estatus social. El orden social y político se trasladó al plano de la ciudad e impuso una manera jerarquizada de comprender las relaciones entre los hombres y entre ellos con la autoridad.

Cada una de las ciudades fundadas en territorio español, se mantuvieron subordinadas a la metrópoli y entre sí de acuerdo a la importancia en el plan de colonización esbozado por la corona. De modo que el orden del espacio no se trasladó solamente al interior de las ciudades, sino también entre las mismas a partir de las relaciones comerciales y políticas, con el objetivo de mantener una jerarquía que reprodujera la de la monarquía y que se sometiera a ella en su provecho. Había, entonces, ciudades con más influencia e importancia que otras, como Cuzco y México, a las cuales se subordinaron por mucho tiempo las demás urbes latinoamericanas; y todas, incluso aquéllas, a las europeas.

Con el tiempo, se establecerán redes de caminos que garantizarán la comunicación entre ellas dentro de nuestro territorio, alguna establecidas por los mismos adelantados. La más importante de estas rutas será la del Camino Real al Alto Perú. Sus puntos extremos eran Portobello y Buenos Aires y en 1783 cubría en nuestro territorio las siguientes jornadas: Buenos Aires, Viila del luján, Areco, Arrecifes, Pergamino, Esquina de la Cruz Alta, Esquina de castillo o Fraile Muerto (hoy Bell Ville), Paso de Ferreira, Tío Pujio, Ampira, Córdoba, Caroya, San Antonio, San francisco, Paso del Tigre, Remanso, Ambragasta, Noria, Chañar Pujio, Santiago del Estero, Chauchillo, San Miguel del Tucumán, Atalaya, Arenal, Río y Pueblo del Rosario, Yatasto, Metán, Rosario del Tala, Encrucijada, Fuerte de Cobo, Salta y Jujuy; desde donde penetra ya en el Alto Perú hacia Lima[3].

En esta descripción, como vemos, quedan englobadas las ciudades fundadas durante el Siglo XVI que señalamos con negrita. Una vez que éstas han sido establecidas, se hizo necesario el tráfico de bienes y personas entre las mismas. Pero las distancias eran enormes y los riesgos del camino, altos. Por eso nacieron las postas y las ciudades intermedias: para garantizar descanso y abastecimiento de los viajeros; pero también para asegurar el territorio y el camino en perjuicio de la posesión natural del nativo, guardando la integridad de los viajeros europeos. En poco menos de tres siglos, el territorio argentino que por entonces pasaba a formar parte del Virreinato del Río de la plata, quedaba conquistado y subsumido en una red de ciudades que lo hacían depender de la metrópoli.

Argentina del 1800 al 1900

La independencia de 1810, dicen, lo cambia todo. No había más dependencia directa de la Corona ni subordinación a las ciudades latinoamericanas principales de México y Lima; es verdad; pero en relación al espacio, las cosas no cambian demasiado. Todavía la llamada generación del 1837, a la que pertenecían Alberdi y Sarmiento, se refería en sus escritos literarios al espacio argentino como un Desierto. En el Facundo de Sarmiento leemos: “El mal que aqueja a la República es la extensión: el desierto la rodea por todas partes y se le insinúa en las entrañas; la soledad, el despoblado sin una habitación humana, son, por lo general, los límites incuestionables entre unas y otras provincias.[4] Ya no es una naturaleza vacía, no; pero sí un desierto. Otra paradoja; pensar la región de la llanura pampeana como un desierto, nos puede parecer ilógico; pero Sarmiento y su generación utilizan la imagen del desierto para referirse a la ausencia de civilización en la mayoría del territorio y, por tanto, a la falta de ciudades y de luz europea. Para ellos, el Desierto era la imagen del mundo rural al que veían como bárbaro e incivilizado. Otra vez una carencia, un vacío, que degrada a la población nativa; pero también a la población provinciana y rural, constituida por gauchos y caudillos.

Y no es extraño que sean las ideas de esta generación las que, en el proceso de formación del Estado argentino, luego de la caída de Rosas (1853), sean las que llevan a la idea de que el espacio debe ser poblado y civilizado a partir de dos modos centrales: la inmigración y el tendido de líneas férreas. Había que llenar el desierto y poblarlo, para terminar con los indígenas y la barbarie gaucha. Pero no era una idea exclusiva de la generación del ’37. Antes de ella, según Roberto Schopflecher, varios gobiernos habían propuesto el establecimiento de colonias agrícolas europeas para reaseguro del espacio en contra del “problema del indio”. Así, en 1853 se establece la primera colonia agrícola en las costas del Paraná, en Santa Fe, hecho que dará origen a la ciudad de Esperanza. A partir de entonces, todo un dispositivo legal regula y ofrece garantías al inmigrante y es gracias a este fenómeno que el Estado Nacional roba y puebla el mal llamado Desierto, a través de colonias agrícolas de europeos a los que, sólo en un principio, se pensó como focos que iluminarían la supuesta oscura barbarie con su cultura.

Un acontecimiento ayuda a esta política. A partir de 1854 comienzan a extenderse en el territorio nacional, las líneas férreas con la intervención, en la mayoría de los casos, de capitales extranjeros. En territorio cordobés, el trazado de la línea Córdoba-Rosario es el más importante para nuestros propósitos. El tendido se realiza por la empresa inglesa Ferrocarril Central Argentino y en 1866, diferentes tramos de la línea se inauguran, quedando terminada en 1870. A partir de entonces, se propicia la colonización agrícola de los espacios alrededor de las mismas, para asegurar su dominio en contra el nativo y para incrementar el tráfico de mercaderías. Es así como nacen los primeros poblados de inmigrantes.

La relación de los inmigrantes con el indio no era fácil tampoco. Engañados por un sueño de prosperidad en América, los contingentes llegan y creen tener todo garantizado. Pero nada es fácil. Muchas veces son saqueados y hasta asesinados por los nativos. Y es por eso que fueron creando un cierto recelo y rechazo ante el indio; recelo que fue utilizado por la política de usurpación argentina para asegurar el territorio. Usados como relleno de un desierto, los inmigrantes que llegaron a Argentina, pronto se vieron también, asediados por políticas discriminatorias de parte del Estado Nacional, sobre todo a partir de 1880. Se los tildó de querer disolver la identidad nacional por sus diferencias culturales, de ser, por esto mismo, una enfermedad para la Nación; razón por la cual se los sometió a escuelas públicas donde se les enseñaba la lengua nacional o se les implantaba modos de comportamiento. También por aquellos años, paradójicamente, se usó al gaucho, exterminado por el Estado al emplearlo como soldado en las luchas contra el indio, para imponerlo como modelo nacional frente a la corrupción del inmigrante. La barbarie del gaucho y del indio (también exterminado) fue reemplazada por la del inmigrante, considerado, desde entonces, como un verdadero problema.

Como vemos, aún después de la independencia, la necesidad de conquistar, poblar y asegurar el espacio argentino mediante ciudades, postas o estaciones ferroviarias, sigue en marcha; con la particularidad de que ahora el orden está encarnado en el naciente estado Nacional bajo el Gobierno de los sectores criollos dominantes y no ya en la monarquía Española. El último coletazo de esta política de usurpación de la tierra a las poblaciones nativas será la llamada Conquista del desierto bajo el mando de Roca y en los últimos años de la década de 1870, que terminó prácticamente con la población originaria del centro del país. El espacio había sido finalmente asegurado y Leones vendrá a cumplir en esta política de exterminio su papel de posta primero y, luego, de poblado agrícola de inmigrantes.

LEONES: DE LA TAPERA LEGENDARIA A LA REALIDAD URBANA

De la tapera legendaria a la posta

Los orígenes son oscuros. Se busca penetrar en ellos y conocerlos; pero siempre se encuentra una resistencia: la del paso del tiempo y la imposibilidad de fijarlo todo. Los orígenes de Leones forman parte de un claroscuro que, sin embargo, ilumina. El problema se suscita cuando hay que determinar en qué momento tiene comienzo nuestra historia.

Existen dos hipótesis de los historiadores anteriores que, aunque en principio parezcan contradictorias, son, sin embargo, complementarias. Una ilumina la zona que la otra no alcanza a enfocar; la otra, que repite en lo esencial el primer trabajo, se concentra en fijar un tema de aquél a partir de documentos concretos.

En el primer caso, Marta Núñez postula la existencia de una tapera desde 1840, donde hoy se encuentra nuestra ciudad, de acuerdo al testimonio epistolar de Emma Isabel Hernández de Ayala, quien publica una carta en La Prensa, el 11 de julio de 1972. En ella, la señora Hernández de Ayala relata cómo su abuelo, Don Celestino Hernández, contaba una y otra vez la leyenda sobre “La tapera de Los leones”:

“don Celestino Hernández, natural de Tucumán y propietario, en esa época, de una tropa de carretas que hacía su recorrido entre su ciudad natal y Buenos Aires, hombre conocedor de todos los caminos del país, sus peligros y sus leyendas, narraba que siendo mayoral de las diligencias que poseía don Timoteo Gordillo, en su juventud, había escuchado en más de un fogón criollo describir la leyenda sobre el verdadero origen de aquel nombre.”

Don Hernández relataba que en 1835:

“una tropa de carretas, que iba a Rosario proveniente de Tucumán fue advertida antes de llegar al Saladillo de un inminente ataque de los salvajes, ocultos en las proximidades de Fraile Muerto. Desvió su recorrido alejándose del Camino Real, y se internó en el llano, al sud, donde descubrió una tapera habitada por un viejo criollo, valiente y altanero, quizá un gaucho de la independencia o un gaucho amante de la libertad, desertor de algún fortín. Allí construyó su vida, refugiándose entre espinillos, cardos y pajonales a la sombra de una enorme tala. Su rancho consistía en cuatro estacas revestidas de cuero y adobe. Don León, era el nombre y vivía con sus cachorros, tan bravos y aguerridos como su padre, afrontando toda clase de inclemencias de la naturaleza y asechanzas y peligros de toda índole. Como todo gaucho, era astuto y estaba dotado de inteligencia nata. Había protegido su tapera detrás de una enorme laguna y construyó un zanjón que impedía el avance de los malones. Con la ayuda de estos valientes, las carretas se ocultaron rodeando el rancho y todos se aprestaron a enfrentar a los naturales. La lucha que se produjo fue sangrienta. Don León, observando que la orientación del viento lo favorecía, cruzó a nado la laguna con uno de sus hijos y prendió fuego los resecos pajonales, que la costeaban. Las grandes llamaradas consiguieron espantar a los naturales, que huyeron despavoridos. Por este episodio, el paraje fue conocido como “La tapera de los Leones[5]”.

Y respecto de su ubicación sostiene: “Para ser más precisa estaba situado (el paraje de Don León) en la manzana o cuadra detrás del actual Rosso Hnos., en el Barrio Sud[6]”.

El relato explica con una leyenda oral transmitida de generación en generación el origen de Leones como una tapera alejada del Camino real, en uno alternativo para protección de los viajeros, y la emplaza próxima a los talleres de Rosso Hnos. Su origen estaría relacionado con la tapera construida en el llano y que pertenecería a don León. Ahora bien, existen varios datos imprecisos, sobre todo, en lo referente a la insinuación de un nombre: Timoteo Gordillo.

Mario Penna en su libro La sexta posta, nos otorga algunos datos sobre este personaje y su vinculación con “La Posta Los Leones”, planteando una segunda hipótesis sobre el origen de nuestra localidad. Sin dudas, Penna parte del relato de Núñez para tratar de demostrar cómo se origina la ciudad de Leones; pero llama la atención que apenas mencione el nombre de la autora una sola vez y que no la incluya en la bibliografía. Penna se propone rastrear en documentos el nombre de la posta a partir de las memorias de Timoteo Gordillo y de documentos oficiales; aunque alguno de ellos son copias textuales de pasajes del libro de Marta Núñez, cuando no de la historia de Marcos Juárez. El problema no es el empleo de esta bibliografía, sino la omisión del procedimiento de cita, como si el autor hubiera sido quien llegó a esas conclusiones por sus propios medios.

Timoteo Gordillo, según Penna, fue quien organizó una empresa de mensajerías y transportes entre Córdoba y Rosario que cambió el trazado de los antiguos caminos, ya que, antes de 1854, el servicio de mensajerías era muy lento y estaba casi restringido a la circulación por el antiguo Camino Real. Por este motivo, Gordillo se propone abrir un camino postal directo que una Córdoba y Rosario, con estaciones cada cuatro leguas para hacer pozos y represas en donde no hubiere agua, de modo que los viajeros pudieran descansar y aprovisionarse allí. De la misma manera, dispone de algunos sitios que funcionarían no sólo como postas, sino también como fortines para defensa de los nativos. En 1856, el Gobierno de la Confederación aprueba el trazado del nuevo camino entre las dos ciudades y, a partir del 9 de noviembre de 1858, comienzan los trabajos. A lo largo del trayecto, se establecieron dieciséis postas, la sexta fue La Posta de Los Leones[7].

El trabajo de Penna explica el establecimiento de una posta posterior a 1854 que daría origen a Leones; pero no es lo suficientemente claro en cuanto a qué criterio se adopta para que el camino pase por el sitio, ni tampoco especifica si existían o no caminos alternativos al Real antes de esa fecha. Elude, en lo esencial, el verdadero problema. Porque si tal ruta existía antes de 1854, no es ilógico comprobar la verosimilitud del relato epistolar aportado por Núñez; pensar, por ejemplo, que un hombre realmente vivió en aquel sitio. De todas maneras, no es el objeto de este trabajo aclarar este punto; pero al menos sí abrir el camino para posteriores investigaciones en el terreno.

Es importante aclarar que Núñez aporta una respuesta a este interrogante. Según ella, el camino se traza por ese lugar, porque “una empresa de transportes llamada ‘Mensajería argentina’ de propiedad de españoles, residentes en Rosario, Juan Ruisiñol y Joaquín Fillol aprovechó la ruta [alternativa: la de la tapera de Don León] para acercar distancias y ganar tiempo en sus travesías desde Rosario a Córdoba[8]”. Núñez insiste no sólo en la existencia de un camino que llevaba a la tapera, sino que asegura que la compañía española se encarga de trazar el primer camino aprovechando dicho desvío, que después sigue Gordillo. Penna menciona la empresa de los españoles; pero no aborda con exhaustividad el tema. Lo interesante de la propuesta de Núñez es la insistencia en el hecho de que la leyenda que nos llega por los Hernández había quedado en el imaginario de los viajeros y que el lugar era conocido y visitado por ellos, razón por la cual, luego, se trazan los caminos oficiales de las mensajerías por allí.

Las contradicciones entre los dos historiadores, pueden pensarse, sin embargo, como complementarias. Porque, se podría sostener que Leones comienza su existencia como tapera y de ahí, se transforma en una posta; por tanto, en un punto estratégico para conquistar el espacio vacío o, en la versión, argentina, el Desierto. Cuestión que se reforzaría si, como Penna sostiene, además, la posta de Gordillo era un fortín:

“La posta levantada en Los Leones era una casa fortín que poseía a su alrededor un foso ancho de cuatro metros de largo por tres de profundidad y un puente levadizo. Esta construcción se justifica pues ese sitio como “Espinillos”(hoy Marcos Juárez) era atacado con frecuencia por los indios, lo que ponía en peligro la vida de los pasajeros.” […] “Tenía además como las postas de aquellos tiempos un corral de ramas, un pozo de agua, y dos ranchos: uno para alojamiento de los pasajeros y otro para morada del maestro de posta.[9]

Pero Penna inventa o como el Menard de Borges, otorga exactamente las mismas cualidades que el libro de la historia de Marcos Juárez, consultado para escribir su trabajo, da a La Posta Espinillos:

“La posta era una casa fortín que poseía a su alrededor un foso ancho de cuatro metros de largo por tres de profundidad y un puente levadizo. Esta construcción se justificaba pues ese sitio era atacado con frecuencia por los indios, lo que ponía en peligro la vida de los pasajeros[10]” […] “

Nótese que lo único diferente entre los dos libros es la aclaración de Penna que introduce una comparación (Como “Espinillos”…). La imaginación obnubila al historiador y lo hace fantasear con un pasado idéntico para Leones por el simple motivo de estar en el mismo territorio que Espinillos, habitado por los nativos. Pero ninguna prueba aporta sobre la existencia de Leones como fortín, a no ser su imaginación. De modo que pensar “La Posta Los Leones” como un fortín es poco confiable o, en todo caso, una ficción intertextual de Penna aún no comprobada. Núñez sí ofrece una descripción, basada en el relato oral de la senora De Hernández:

“La Posta era una vivienda realizada por la sociedad ‘La primera cordobesa’, en la fecha mencionada, construida de dos habitaciones de ladrillos asentados con adobe y techo de dos aguas, poseía un alero, donde descansaba, y se protegía el pasaje, mientras se cambiaban los caballos para seguir el largo camino hasta Córdoba. Tenía un mangrullo, o mirador como todas las viviendas de esa época, y se usaba para alertar la proximidad de los malones[11]”.

A partir de esta descripción, lo que sí sabemos es que la posta existió como un lugar de resguardo del viajero y de reaprovisionamiento, lo cual nos conduce a considerar a Los Leones como parte del juego de las ciudades que usurpan el espacio nativo inaugurado con la Conquista en Latinoamérica. En apariencia y según lo subrayado, la Posta era un fortín; aunque no hay pruebas directas sobre esto, ya que mangrullos poseían todas las casas de la época. Una vez que el territorio americano y argentino ha sido explorado, conocido y asegurado por ciudades, para los gobiernos criollos y no ya para los españoles, se hace necesario abrir caminos entre ellas para propiciar el intercambio de mercaderías y de comunicaciones. Pero esta empresa implicaba sostener la usurpación del territorio en contra de sus habitantes originarios, a través de asentamientos permanentes que velaran los caminos y que sirvieran como punto de descanso de los viajes; por eso, se establecen las postas geométricamente emplazadas cada cuatro leguas: para seguir avanzando en el territorio de los nativos, transitar por él y tomarlo.

Otro problema es establecer en qué punto de la actual ciudad se encontraba la Posta “Los leones”. Núñez asegura que cuando Gordillo establece el sistema de postas en el camino Córdoba-Rosario, el emplazamiento de la tapera convertida en posta cambia: “Según por documentos y fotografías en mi poder, confirman en parte lo que contaba mi abuela paterna, doña Eustarófila González de Hernández, que conoció la Posta Los leones, la que estuvo ubicada en donde hoy son terrenos del Ferrocarril Nacional Bartolomé Mitre, a unos cincuenta metros de la Estación haciendo cruz, donde estaba la primera casa de ramos generales y saladeros de su suegra, doña Cipriana Taborda de Hernández. Para ser precisa frente a la Estación la manzana en cuya esquina existió el ya desaparecido Hotel Roma; propiedades hoy de la familia de Pedro Liberati[12]”. No es muy clara la versión de Núñez en este punto, sobre todo por el error de imprenta o de tipeo que hace repetir La palabra “Estación” en la segunda línea, delante de “una manzana”, sin ninguna coma. De donde surgirían dos interpretaciones: o bien la Posta de Gordillo estaba frente a la Estación o bien frente a la manzana del Hotel Roma. Penna nos aclara el asunto. Asegura, en una paráfrasis de lo que establece Núñez, que el paraje estaba “frente a la manzana cuya esquina existió después el concurrido HOTEL ROMA que atendiera durante muchos años RINA PENNA y ALBERTO TOVO”. Para Penna, el emplazamiento era frente al HOTEL ROMA. Las diferencias son sutiles; pero como vemos, el lugar asignado por Penna cambia absolutamente y se preocupa, al igual que la fuente de la señora Núñez, de señalar un apellido igual al suyo como propietarios del lugar. De todas maneras, el cambio obedece a una corrección que Penna hace del texto de Núñez, ya que no se vale de ningún documento ni oral, ni escrito para demostrarlo. Copia en lo esencial lo establecido por la autora, con una leve corrección de su sentido. Quizá, porque repita el mismo procedimiento de trabajo que señaláramos para la descripción del supuesto fortín: la copia de una fuente, con una pequeña variación, sin señalar su origen.

De acuerdo a las fuentes bibliográficas consultadas, a partir de 1858, existió la Posta Los Leones. Las mismas memorias de Gordillo que cita Penna lo demuestran; pero no es inverosímil la Leyenda oral recogida por Núñez sobre la posible presencia de un camino alternativo al Real donde estaba la Tapera de Don León, antecedente inmediato de la Posta. Este problema no resuelto, queda, sin embargo, abierto para futuras investigaciones. El quid de la cuestión estaría, en primer instancia, en corroborar la existencia de dicha ruta, lo cual nos acercaría bastante a la otra etapa: la consulta de fuentes y memorias de la época de localidades vecinas como las de Fraile Muerto (hoy Bell Ville) para establecer si efectivamente hubo o no una Tapera Los leones, anterior a las obras comenzadas por Gordillo en 1858. El lugar de la Tapera de Don León era detrás del ex Rosso Hnos. y la posta de Gordillo se ubicó frente al Hotel Roma, haciendo cruz; es decir, frente a lo que hoy conocemos como Maurer y Rolando[13]. Lo que no se puede confirmar, asimismo, es si esta posta existió también como fortín contra el indio en la misma dimensión que lo fue La Posta Espinillos en la actual Marcos Juárez. Por lo que Núñez establece, la Posta tendría un mangrullo para alertar sobre los malones; pero ese dato no basta para considerarla un fortín, puesto que todas las casas de la llanura, poseían uno.

La estación ferroviaria

En paralelo a la propuesta de abrir un camino para mensajerías entre Córdoba Rosario, comienzan en 1854 a extenderse las líneas férreas en nuestro territorio. La primera de éstas fue la del Ferrocarril del Oeste en la Provincia de Buenos Aires, tendida con capitales nacionales, según Scalabrini Ortiz. La segunda fue la que inició el Ferrocarril Central Argentino, una compañía inglesa que se proponía unir Córdoba con Rosario. El 1 de septiembre se inaugura el tramo Tortugas Fraile Muerto; pero antes ha costado una ardua negociación al gobierno nacional, en la que hubo de ejecutar todo un dispositivo legal que tendió a la concesión y distribución del espacio de acuerdo a los intereses de la Empresa extranjera. En efecto, para llevar a cabo el proyecto, tuvo que conceder una legua a cada lado de la línea a la Compañía de Tierras del Ferrocarril Central Argentino, ofrecer varios subsidios para el trabajo, abolir impuestos a la entrada de materiales de construcción provenientes del exterior, etc. De acuerdo con Raúl Scalabrini Ortiz, la legua se cedía para establecer las paradas o Estaciones cada cuatro leguas desde las ciudades y para vender las tierras a precios muy bajos y costear los gastos del tendido. Un negocio redondo para los capitales ingleses.

Por la Posta de los Leones pasa el 1º de septiembre de 1866, el primer tren con autoridades gubernamentales y de la empresa, quienes bajan en cada parada y la inauguran. La posta pasó a llamarse Parada Kilómetro 159 en dicho momento. Pero un año después, en abril de 1867, se “daba cuenta al Directorio (de la Empresa Ferrocarril central Argentino) que la Estación Leones ‘está casi terminada, faltando algunos detalles en los andenes y casa para el jefe[14]”. La Estación Leones se construye en 1867 y recupera en su denominación el nombre histórico del lugar.

La Compañía de Tierras del Central Argentino comienza, luego, la venta de tierras y propone al Estado que establezca colonias agrícolas en su trayecto, por lo cual cede alguno de sus terrenos para construcción de edificios públicos. El establecimiento de las colonias agrícolas escondía un doble propósito: aumentar el tráfico de mercaderías entre las dos ciudades, así como de la materia prima proveniente de la agricultura, lo cual implicaba un aumento de las ganancias para la empresa; pero también el reaseguro de la línea contra el nativo que todavía era visto como un peligro[15]. El gobierno nacional comienza a colonizar las vías y ya en 1871, la provincia de Córdoba dicta una ley que establece que “en cada una de las colonias se delineará, en el centro de ella, un pueblo con plazas, calles, ejido y pastos comunes, en la extensión al terreno que ha de ocupar la colonia[16]”. Como vemos se prevé la creación de poblados que nucleen a las colonias de inmigrantes y en ellos, la plaza parece ser la obsesión fundamental de los nuevos trazados: “ART. 7º En los planos, que se formen de los pueblos, según los artículos 1º y 2º, se reservará el terreno necesario para la construcción de los edificios públicos, los que deberán ser ubicados en uno de los frentes de la plaza principal[17]”. Y no sólo en las leyes de Córdoba, en las de la Nación y en las de Santa Fe, el trazado en damero en torno de la plaza se vuelve redundante. El lugar de centro y eje de la organización del pueblo de inmigrantes concedido a la plaza, como veremos, será central para comprender la formación del pueblo de Leones en 1881, puesto que el mismo, en este punto se aparta de los trazados comunes al tomar como centro y eje, la misma línea férrea y no la plaza.

La mancha del nombre

Sobre el tema de por qué se llama Leones de esta forma existen varias hipótesis. Luis Roberto Altamira, aseveró que “El nombre de Leones se le dio a la población debido a que las cuadrillas de obreros que extendían las líneas ferroviarias de la empresa Central Argentino fueron atacadas en varias oportunidades, en horas de la noche por leones americanos hambrientos, que llenaron de estupor a los trabajadores[18]”. Sin embargo, esta versión no es coherente, dado que la presencia de los llamados leones de la pradera, pumas, en tal cantidad, no era muy frecuente en una región apartada del río; y, además, este tipo de animales no suele atacar en masa ni con tanta frecuencia.

Marta Núñez sostiene, además, que el nombre de Leones deriva del de don León y que recuerda aquella batalla en la que lucharon como leones. Pero la versión documentada tiene por punta del iceberg otra explicación:

“Durante la Intendencia del doctor Amadeo Bertini por nota del 14 de septiembre de de 1942 se solicitó al Departamento de Publicidad del Ferrocarril Central Argentino, la razón del nombre de LEONES dado a la Estación de ese nombre. Con fecha del 18 del mismo mes y año la Gerencia respondió que las autoridades ferroviarias dieron el nombre de LEONES a esa población en recuerdo “al combate de la cañada de los LEONES contra los aborígenes, a fines de octubre de 1857, en las inmediaciones de Melincué. El coronel Emilio Mitre batió al Cacique Coliqueo en el paraje mencionado, empleando una mera táctica que consistió formar cuadros escalonados ofensivos, de infantería, y que provocando la acción, se retiraban al ser atacados. Existe en ese paraje de Santa Fe la laguna de los Leones, denominación que nuestros paisanos dan al puma o león americano[19]”.

Penna, por su parte, si bien acepta esta última hipótesis, le agrega un matiz diferente: “Parece que aquel combate (el de la Cañada de los leones) tuvo su repercusión entre la gente que habitaban ciudades como Rosario y no perdieron el tiempo de comentarlo y perpetuar aquella hazaña imponiendo –en el caso de Gordillo- a una de sus paradas de la línea de mensajerías ‘Los Leones[20]”. Para Penna, el nombre es asignado por Gordillo y no es el producto de un devenir histórico cuyo origen es la leyenda. Penna se empeña por demostrar que Leones se origina en el trazado de caminos que comienza en 1854 y no con anterioridad; quizá porque, basado en la historia de Marcos Juárez, haya imaginado otra vez que Leones se originó de la misma forma. Sin embargo, la palabra “parece” con la que introduce la explicación del origen, indica una duda que señala la posición del mismo historiador: “parece”, dice Penna, como si no fuera algo seguro y que se pueda comprobar. Pero para él se hace imperioso sostener esto, porque de lo contrario, debería retrotraerse a la leyenda y asegurar que el nombre pudo haber tenido su origen allí y que, después, las autoridades –tanto nacionales, del ferrocarril o el propio Gordillo- aprovecharon la coincidencia de éste con el de la batalla y le asignaron un sentido “patriótico”.

De todas maneras, el origen de la nomenclatura es una mancha para nuestra historia, porque festeja el genocidio cometido contra los primeros habitantes de nuestro territorio. Desde chicos hemos sido acostumbrados a oír este origen con cierta patriótica entonación de orgullo y de valentía. Pero todo era falso. Ese nombre que nos designa en un lugar de la llanura esconde bajo sus letras un cementerio de cadáveres cuya máxima expresión en nuestro territorio fue La conquista del Desierto. Esconde, a pesar nuestro, un asesinato cruento entablado contra los verdaderos propietarios del espacio en el que la ciudad se emplaza y que, desde la Conquista, se les ha usurpado. Leones como Posta en los orígenes y en su nombre, lleva los vestigios secretos de esta empresa de exterminio.

EL PUEBLO: 1881- 1963

1881-1915: DEL PLANO A LA REALIDAD.

a- El plano y la distribución del espacio

En 1881 la Compañía de Tierras del Ferrocarril Central Argentino solicita al gobierno provincial la autorización para establecer un pueblo en la estación Leones, ya que “alrededor de la Estación existían algunas casas de familias y varios comercios.[21]”. Además, otorgaba terrenos para la construcción del cementerio, de edificios públicos y de dos Plazas (la Norte y la Sud). El 24 de Septiembre de 1881, el gobernador de la provincia, doctor Miguel Juárez Celman, autorizó la formación del nuevo pueblo, y aprobó los planos presentados.

En el plano, el pueblo llegaba por el oeste hasta la calle que hoy se llama Amadeo Bertini y por el Norte hasta la actual calle Dante Alghieri, por detrás de la Iglesia. Hacia el Este y hacia el Sur, se extendía más o menos hasta los límites que posee hoy, exceptuando el ensanche este, desde la calle San Pedro hasta el matadero, que todavía no aparece en el mismo. Lo que más llama la atención es la ubicación de dos plazas al costado de las vías en el sector este. Ambas están, a su vez, cortadas por una pequeña callejuela que las separa de un terreno donado para edificios públicos. Es de resaltar que se encuentran enfrentadas simétricamente en forma paralela, cortadas ambas por las líneas del ferrocarril y lotes en torno de éste.

Habíamos mencionado que la ciudad latinoamericana sigue una norma establecida desde la colonia por la cual se construye en damero, con una plaza en el medio. El nuevo pueblo de Leones, hoy ciudad, sigue el trazado del tablero de ajedrez; pero su centro no son las plazas, sino las vías del ferrocarril. Paul Claval, en La geografía cultural, ha mencionado que las culturas tienden a marcar el espacio a partir de un eje que les da sentido. En este caso, el sentido del proyectado pueblo de Leones, colonia agrícola de inmigrantes; pero con anterioridad, posta y tapera, está dado por su posición como etapa en un camino de intercambio del circuito de las ciudades argentinas. El trazado del plano revela hasta qué punto Leones crece y se desarrolla a través de las vías de comunicaciones, al erigir como centro de organización, precisamente una de ellas: las vías del tren. El plano revela el secreto del pueblo, su sentido en un plan más amplio que tiene que ver con la comunicación de las ciudades y envía, así, a su origen como posta y, con anterioridad, como tapera en un camino alternativo al Real. Leones se vuelve un pueblo cuyo centro de organización espacial es el ferrocarril, también porque su origen está estrechamente relacionado con el devenir de las vías de comunicación entre las ciudades.

Y hay otras particularidades de este plano. Las plazas proyectadas, pero todavía no concretadas, son dos, no una, y ambas tienen previsto en un terreno separado la construcción de edificios públicos. De modo que si bien no son el eje del espacio, sí está previsto que lo sean del poder político-social, como en la Colonia. Y nótese que ambas se enclavan en simetrías paralelas sobre el eje del otro poder, el económico, representado por las líneas del ferrocarril. El espacio del nuevo pueblo significa y marca un orden que nos remonta al de la Colonia, cuyo espacio estaba determinado por la plaza donde funcionaba el mercado en el cual se efectuaba un importante intercambio social y de mercaderías. Pero en 1881 no podía ser la plaza el centro. Con el espíritu del Progreso que acuciaba al país, el nuevo centro de intercambio debió ser el avance técnico del ferrocarril, alrededor del cual se organizó la vida por entonces. En los años ’40, fotos aportadas por la familia Pero muestran cómo la gente se reunía en la Estación a esperar el tren de pasajeros, lo que comprueba la importancia trascendental que la misma tuvo hasta entonces.

En efecto, los primeros pobladores que accedieron a la tierra en venta por la Compañía del Ferrocarril, se establecieron en los alrededores de la Estación Leones, a ambos lados, tanto Norte como Sud. Estos primeros pobladores eran familias adineradas que poseían tierras, bien sea por las guerras patricias entabladas contra el indio, con las que el Gobierno los recompensaba por el servicio prestado o bien por créditos del mismo a los primeros extranjeros que se establecieron en el país y que debían pagar con el trabajo de la tierra. Todavía hoy, se conservan algunas de las fachadas de las residencias de los nuevos pobladores, con un estilo bastante colonial alrededor de la Estación. Entre los primeros compradores de lotes en el pueblo Leones encontramos a Fernando F. Igoillo, Adolfo Barran, Domingo Benvenuto, Saturio Izquierdo, etc. En torno de este núcleo originario se fue estableciendo el resto de la población, compuesto por sectores más populares de inmigrantes, jornaleros y gauchos. Cabe destacar que con el tiempo, cuando el ferrocarril sea reemplazado por la ruta y aún antes, cuando se desarrolle un incipiente centro comercial en el sector norte del pueblo, los sectores más pudientes de la población tendieron a abandonar el sector sud y a establecerse en el Norte, dejando este último para los sectores populares. Como vemos, durante estos primeros tiempos, el orden de la distribución espacial de acuerdo a la clase social, también se desarrolló en el nuevo poblado, casi de la misma manera que en las ciudades coloniales, del centro hacia la periferia, ocupando el primero, los más pudientes.

b- El Pueblo desgraciado

Cerca del 1900, el poblado ha crecido y aparecen algunas preocupaciones en cuanto a la organización política del mismo, así como también respecto de problemas urbanos que empiezan a asomar o, al menos, a hacerse más notorios con el crecimiento de la población. Por entonces, dependían de Leones 14 Colonias agrícolas y la población alcanzaba en 1895 a 1000 personas aproximadamente. Fue en esa época en que se hace imperiosa la conducción política. No había que esperar más. En 1895 se crea una Comisión de Fomento, que se proponía regular la edificación y hacer transitable los caminos. La misma estaba compuesta, según las notas aparecidas en La voz del Interior por entonces, por los “vecinos más caracterizados” o “el núcleo más sano de esta población[22] y era su presidente Domingo Benvenuto. Como notamos, se trataba de las mismas personas que constituían el núcleo fundacional y que se consideraban a sí mismas como las más saludables de la población. Se reunían en las casas del presidente o en otra designada para tal fin, puesto que aún el poblado no contaba con edifico municipal.

Esta Comisión, en 1906 se transforma en la Comisión Municipal de Leones. Sus representantes eran designados a dedo, bien por propuestas de los vecinos “más sanos” o bien a través de decretos de las autoridades provinciales. De esta manera, se desataron verdaderas luchas de poder, con apariciones de escándalos en los periódicos provinciales que tendían a poner el ojo sobre las autoridades designadas y, por tanto, sobre la necesidad de su remoción. En 1904, por ejemplo, se habla de autoridades delincuentes que encubren hechos vandálicos[23]. Para entonces, Leones contaba con alrededor de 1700 habitantes y ya había una nutrida cantidad de familias de inmigrantes, entre las que se destacaban las italianas, seguidas por las españolas y las francesas.

En este período, la nota que cita Núñez en su libro, de un corresponsal de La Voz del Interior del año 1911, resulta esclarecedora:

“Tiempo hace que no leo en su periódico ninguna correspondencia de este desgraciado pueblo. Digo desgraciado, no porque esté pasando por alguna crisis financiera, ni económica, ni tampoco porque nos aflija alguna epidemia o calamidad en la salud pública. [….]Todo el pueblo está convertido en una pocilga, basuras, aguas servidas, residuos de todas las materias, etc., todo va a la calle, convertida en este estercolero. Los animales campean a sus anchas por la población como si fuera un potrero. Los días de lluvia es un problema el poder salir de la estación y transitar por el pueblo. Las veredas, aún las de la calle principal, son un rompecabezas, pues no existe ni una que no esté destruida o incompleta. No hay Municipalidad, ni tampoco quienes quieran formarla. El señor subcomisario de policía hace esfuerzos heroicos para ver de neutralizar tanto abandono, pero topa siempre con la indiferencia, sino contrariedad de los que debieran ayudarle. Las relaciones sociales que dan vida demuestran el estado de civilización de un pueblo, son aquí nulas, no hay iniciativa para nada que sea útil y provechoso, todos sin excepción viven retraídos en sus hogares. Consecuencia de esto, y el referido egoísmo de las clases pudientes, (salvo raras excepciones) el odio y el malestar en los de la clase trabajadora, y una desmoralización desconsoladora, que va progresando de día en día. El juego, la borrachera, las raterías, la blasfemia, etcétera, van en auge. La gran mayoría de las casas del pueblo están ocupadas como boliche, fonduchas, casas de comidas, cafés y cosas semejantes; todas ellas de corrupción y para desmoralizar al pobre trabajador. Hace más de dos años que el Gobierno provincial se gastó más de cincuenta mil pesos para los edificios escolares, uno para el colegio de varones y otro para el de niñas. El año pasado sólo funcionó 1, para ambos sexos, y en las mismas horas, el otro está completamente abandonado. El 80% de niños y niñas continúa analfabetos, y saliendo por estas calles sin que nadie los moleste, y se preocupe por ellos, los padres por ignorancia y la Comisión escolar nada hacen. Es de hacer notar que muy cerca de los dos colegios existe una laguna (dentro de la población y que forman calles) criaderas de miasmas pestilentes y productoras de fiebre palúdica[24]".

Como vemos, el texto, a pesar de su puritanismo en algunos puntos, ofrece un panorama de la vida en el pueblo. Leones, a principios del siglo XX, estaba repleto de casas de tolerancia, boliches y fondas donde el juego, la prostitución y las peleas, muchas veces mortales, tenían lugar. Además, era azotado por problemas en materia de infraestructura: las veredas en malas condiciones, las inundaciones por la formación de lagunas en su seno, la ruina de las primeras escuelas, el agua servida pestilente y la basura que lo volvía una pocilga. Por otro lado, describe dos clases sociales: las más pudientes y la trabajadora. De la primera rescata el egoísmo y de la segunda, el odio y el malestar, así como la deserción escolar de sus hijos. Ambas retraídas en sus hogares por un estado de apatía.

Con el transcurso del tiempo, vemos, las relaciones del pueblo se complejizan; se hacen necesarias obras y un equipo de trabajo que las realice. Por eso, en un primer momento, se crea la Comisión de Fomento. Pero no es suficiente y se organiza una Comisión Municipal; que con el tiempo también resulta limitada y, en 1916, aparece el primer Gobierno Municipal de Leones que comienza a recibir un fondo mayor de la Provincia. Leones se politiza.

1916-1963: HACER DE LEONES UN JARDÍN

El 2 de Julio de 1916 se llevaron a cabo las elecciones municipales para designar Intendente y fueron ganadas por Ramón Infante. En 1912 había sido aprobada la Ley Saénz Peña en el país y se abría un camino hacia la democracia. Pero no todos votaban, sino solamente los hombres, hasta 1947. Los gobiernos que se suceden en Leones hasta 1963, estuvieron sujetos a los vaivenes políticos del país que alternaba entre la democracia y los gobiernos no democráticos. De modo que algunas veces, hubo votaciones en este período; mientras que otras se designaron los gobernantes por medio de decretos de las autoridades mayores de la Provincia. Si se analizan los recambios de las intendencias, se pueden apreciar cómo en los momentos más convulsionados de la historia, se suceden en un corto período de tiempo, varios gobiernos; por ejemplo, cuatro intendencias en 1944.

Fueron intendentes en este período: Ramón C. Infante (1916- 1925), Santiago S Rodino (1925- 1928), Fernando F. Igoillo (1928-1930), Francisco Naviero (1930-1932), Horacio Rolando (1932- 1934), Bautista Visconti (1934-1936), Dr. Amadeo Bertini (1936-1943), Julio J Gigena (1943), Rodolfo Agüero Fragueyro ( 1943-1944), Martín Cuello (1944), Carlos A, Fragueyro (1944), Mario L. Liotta (1944-1945), Manuel Eduardo Valladares (1945), Silverio Quiroga Pérez (1945), Delfino L. Zemme (1945-1948), Dante Rosano (1948-1953), Ramón F, Lassaga (1953), Julio V. Ceballos (1953- 1954), José Vicente Grussi (1954-1955), José Vicente Grüssipara (1955), Bautista Peiretti (1955- 1958), Pedro E. Zanotti (1958- 1969).

El momento que abarca desde el ’16 hasta el ’63, es rico en acontecimientos de trascendencia internacional y nacional. Cuando ha terminado la I Guerra Mundial, visita nuestra localidad el Teniente Italiano Goio, para contar su experiencia en la misma. También, entramos en la época en que se desarrollan en el país los sindicatos obreros bajo ideas socialistas, por la experiencia de la Revolución Rusa; razón por la cual, se desatan en nuestro medio huelgas y conflictos obreros que muchas veces terminan en una balacera. Por ejemplo, en 1921, una huelga que tiene lugar en Leones, se expande hacia las localidades vecinas, porque la policía reprende a dos de los dirigentes sindicales que habían impedido en Villa Argentina que ingresaran carros a la ciudad. Cuando los efectivos regresan a Leones con los detenidos, los compañeros de éstos, los esperan y se entabla una batalla, con más de dos mil tiros de ambas partes y toma del sindicato. Los obreros de Marcos Juárez, ante lo acaecido en Leones, decretan un paro General, al que se acatan los trabajadores del Molino Minetti. Es una de las épocas más convulsionadas en el pueblo; sobre todo considerando que, en paralelo al surgimiento del grupo obrero, los antiguos caudillos electorales se agrupan en partidos políticos que también buscan conseguir el poder. Surgen en Leones el Partido Demócrata y la U.C.R. En la década del ’40, aparece el peronismo y se vuelve una fuerza que entra en el terreno político a luchar por el poder local junto al radicalismo, hasta la actualidad. Pero son los dos primeros partidos quienes se disputarán las intendencias en el comienzo, buscando granjearse el voto de los obreros y de los trabajadores rurales, bien sea a partir de fiestas y partidas de alimentos, cuando no con obras públicas; hasta que, desde los ’40, el peronismo pase a ocupar el lugar opositor del antiguo partido demócrata.

Al mismo tiempo, un incipiente sector comercial, industrial y de servicios crece desde las primeras fondas, casas de ramos comerciales y talleres de herrería. Las colonias y chacras van creando un mercado interno y la visita a la ciudad para ir de compras, se vuelve una realidad. Carretas, muy pocos autos y caballos llegan para aprovisionarse de mercaderías periódicamente. Los comercios comienzan a establecerse en el sector norte, que se revaloriza en relación al sector sur. Las antiguas familias del núcleo fundacional sur se mudan a esta parte y comienza a reemplazarse el eje de centro vial de la ciudad, por este otro centro comercial, en las cuadras a partir de la manzana al norte de Estación de trenes. Para entender un poco el impacto que el sector en crecimiento tuvo por esos años, es necesario mencionar la Creación del Centro comercial e industrial y de la propiedad de Leones en 1939. La sola creación del mismo, muestra el gran desarrollo del sector que hizo imperioso una agrupación que los representara y regulara su funcionamiento.

Efectivamente, entre prestadores de servicios, industrias y comercios, en 1940, se llegaba al número de 304 establecimientos, según datos de Marta Núñez a los que no pudimos corroborar, ya que no desaparecieron los archivos. Éstos conformarán un verdadero sector medio en nuestra localidad que se convertirá en uno de los motores centrales de su desarrollo, unido al tradicional sector agrícola que contaba con 94 chacareros registrados en esa fecha. Su prosperidad implicará la realización de determinadas obras públicas y el desarrollo de eventos, así como el surgimiento de organizaciones e instituciones que impulsarán la urbanización del poblado. Hacia el final del período que nos compete, el nuevo emplazamiento y centro se encontrarán definitivamente afianzados.

Las obras públicas se incrementan de un modo acelerado desde 1916 hasta 1963. Se pavimentan algunas de las arterias de la ciudad, se abre el camino y se pavimenta la ruta Nac. Nº 9 en 1936, el ‘’macadán’’, se ensancha el pueblo hacia el oeste (1923), a partir de incorporar lotes en el llamado Ensanche Benvenuto, se plantan árboles, se abren pozos de agua, elemento que era un problema ya que no había agua de buena calidad en la zona, se arreglan las veredas, se propician obras de iluminación y surgen los clubes sociales. Pero lo más interesante en este período es que se gestan y se desarrollan las principales instituciones de nuestra actual ciudad: Unión Agrícola de Leones Soc. Cooperativa Limitada, (1920), Club Sarmiento (creado en 1906; pero con personería jurídica a partir de 1923), Club Social de leones (1922), Edificio Municipal ( planos aprobados en 1927), Federación Agraria Argentina (1933), Hospital Zonal San Roque (1936, como dispensario), Club Sportivo Sud (1939), Centro Comercial e industrial y de la Propiedad de Leones (1939), escuelas primarias de Leones (creación desde 1906 hasta 1961)[25], Escuela Manuela Pedraza (1940), IPEM Nº 256 (1943), Cooperativa Agrícola Ganadera (1953), ENSCBA (1956, comienzo de las gestiones). Asimismo, cobran impulso algunas pequeñas industrias y comercios fundados en el período anterior, como Rosso Hnos. (1918; pero en funcionamiento desde 1904 como herrería) y Maurer Rolando (fundado en 1892 por Domingo Benvenuto, siendo el primer negocio de ramos generales y acopio de cereales; en 1944 es comprado por José Maurer y Enrique Rolando). Se crean los talleres Leo cor en 1958 y la Cremería en 1942, así como Releyco SRL en 1962. Como vemos, el pueblo crece a pasos acelerados y se inicia la época de su urbanización. El trazado y pavimentación de la Ruta Nacional nº 9, el macadán, realizada durante los años 1935 y 1936, también introdujo algunos cambios en el poblado. Puesto que, si bien existían algunas familias más allá de la misma antes de su construcción, es a partir de esta obra que el sector se incorpora al pueblo con el nombre del Barrio La Fortuna, lo cual supuso un ensanche del mismo hacia el norte.

Hay dos hechos que son importantes de resaltar durante el período. El primero tiene que ver con las ideas de Ramón Infante en 1919 de transformar a Leones en un jardín. Para eso se propone la remoción de árboles y abrir una cuenta para mejorar la Plaza pública, ex Plaza Norte; por entonces, Plaza Colón. Con la sucesión de los gobiernos, la idea de transformar a Leones en un jardín se fue desarrollando mediante la creación de plazas y parques, con una totalidad de seis plazas concretadas, y tres parques en la localidad y tres áreas parqueadas; además, en 1943 se reglamenta la construcción de viviendas en la Avda Ramón C. Infante, la entrada al pueblo, estableciendo que debía realizarse “a una distancia de tres metros de la línea de edificación hacia adentro del terreno, destinándose esos espacios a jardines o espacios verdes; los frentes de los terrenos debían cercarse con rejas artísticas en mampostería o piedra, a una altura no mayor de ochenta centímetros al nivel de la vereda[26]”. La idea afrancesada de Ramón Infante, propia de la década del veinte, en pleno auge cosmopolita en nuestro país, se transmite de generación en generación y se hace de la Avda. de entrada, una calle de jardines que llega a la Plaza 25 de mayo, creada entre 1957-1962. Quizá esta idea, propia de uno de los primeros gobiernos municipales, haya prendido en las sucesivas generaciones y haya implicado que hoy Leones cuente con tantos espacios verdes.

El segundo, es la celebración de la Primer Fiesta del Trigo, organizada por el Club Leones D.A.S. y B, el 9 de febrero de 1947. Poco después es reconocida como Fiesta Provincial, por el Ministerio de Agricultura de la Provincia de Córdoba y en 1956 trasciende las fronteras de la provincia proyectándose en el ámbito nacional. Tal fue el éxito logrado que el entonces Ministro de Agricultura de la Nación proclamó a Leones Sede de la Fiesta Nacional del Trigo y punto obligado para realizar anualmente los festejos. Durante la Fiesta se desarrollaban y se desarrollan una exposición agropecuaria, un concurso de muestra de Trigo, las Jornadas trigueras nacionales, un desfile de carrozas y elección de la Reina Nacional del Trigo con espectáculos destinados al público en general. En la década del cincuenta el Club anheló poseer un parque para desarrollar el evento, tal vez contagiado por el lema de Infante, y en 1962, se colocó la Piedra Basal del hoy Parque Fiesta Nacional del Trigo.

Leones se vuelve un polo de atracción de personas durante esta época, producto de las gestiones de gobierno que, a pesar de ser opositores políticos muchas veces, continuaron un mismo proyecto de crecimiento.

LA CIUDAD: 1964-2006

1964-1989: La ciudad en crecimiento

El 7 de agosto de 1964, el pueblo de Leones fue declarado ciudad y no sin motivos. Las obras continuadas de los diferentes gobiernos, a pesar de sus diferencias políticas, hicieron posible un crecimiento sostenido que posibilitó su desarrollo urbano, hasta ser declarado ciudad. Marta Núñez cita las palabras del senador Vicente M. Roca en la sesión por la cual se procede a esta designación. De acuerdo a las palabras del mismo, Leones pasa a la categoría de ciudad, porque: la población del ejido urbano llega a los 9000 habitantes, tienen un importante sector comercial e industrial, existen instituciones bancarias provinciales y nacionales y existen escuelas primarias y secundarias. Pero otros también dijeron lo suyo, como por ejemplo el senador Eduardo A. Martina. De acuerdo a su punto de vista, la población de Leones, contando la masa rural llegaba a los 12000 habitantes, de los que 9000 correspondían a la zona urbana. Y agrega: “Si bien esta cifra se acerca a lo que comúnmente se requiere para tener categoría de ciudad, ello no constituye su principal fundamento[27]”. Para él, lo que hace de Leones una ciudad tiene que ver con la importancia económica, política y cultural que había adquirido en los últimos tiempos. Y a continuación demuestra en qué radica: “Leones cuenta actualmente con una Escuela Industrial de la Nación, de primera categoría, con internado de más de 200 estudiantes; una escuela Profesional Técnica de Mujeres; dos institutos de enseñanza secundaria, uno normal y otro comercial; cinco escuelas primarias provinciales y dos nacionales, con asistencia de 1600 alumnos, todo lo que constituye una promesa real de capacitación para el futuro nacional[28]”. Además, rescata la existencia de un Hospital regional de la provincia, de establecimientos industriales, de los cuales sobresalen cinco de maquinarias agrícolas, de aluminio, de lavarropas y de muebles y rescata la producción agrícola-ganadera en una zona importante del país. Finalmente, menciona otro de los motivos por los cuales el pueblo debía transformarse en ciudad: La Fiesta Nacional del trigo, a la cual le dedica un importante desarrollo. Como vemos, los motivos aducidos no son ficcionales. Leones era una ciudad en crecimiento, sobre todo por las instituciones educativas, de salud, comerciales e industriales y por la Fiesta Nacional del Trigo, lo cual la convertía en un polo de atracción de gente. Los cimientos tendidos por las generaciones anteriores, habían edificado un presente de promesas. Veremos en adelante si éstas pueden llegar a término.

Durante los principios del ’70, bajo la Intendencia del Dr Aldo Oiveto, las obras públicas de nuestra localidad continúan un crecimiento comparable a las etapas previas: se pavimentan algunas arterias, se construyen viviendas en coparticipación con el IPV, se termina la Escuela Manuela Pedraza, se pavimenta el camino Leones- Noetinger, se parquea la zona sud, a lo largo del Bv. Mitre, se da inicio al proyecto de aguas corrientes, se inaugura el nuevo edificio de Correos y telecomunicaciones, etc. Es durante esta década también que aparece la primera publicación de Nuevo Día en enero de 1974 y se crea el Centro de jubilados y pensionados de Leones en 1977. En la década del ’80, las obras públicas continúan: cambios en los nombres de las calles, ampliaciones de arterias, pavimentaciones, proyecto de estudio de una red cloacal (1979), instalaciones de baños y de parrillas en el Parque del Viajero (1980), se construyó el Parque Malvinas argentinas en 1983. La esfera privada también concreta proyectos: se realiza el Complejo parqueado del Club Sarmiento sobre la ruta Nacional Nº 9 (1985) y se crea la radio RC 2 (1986). De todas maneras, el acontecimiento más importante en lo constituyó el tendido de la red domiciliaria de agua potable. De acuerdo a un comunicado aparecido el 7 de agosto de 1981 en Nuevo Día, sabemos que el 31 de julio de ese año, se había concluido con el sistema de distribución y reserva de agua potable, obra ejecutada por Hidroconst, bajo la Intendencia del contador José Migliavaca. Durante los ochenta, el periódico insiste en las obras de la planta de tratamiento del agua del Río Tercero, que se estaban efectuando en San Marcos Sud. Aparecen fotografías aéreas de los trabajos de construcción y ocupan casi todo un año la tapa del medio. Pero recién el 20 de diciembre de 1982 se pone en funcionamiento[29].

La obra venía a solucionar un serio problema del medio: la dificultad de acceso a aguas dulces para el consumo; hecho que trataremos en adelante, a propósito de La plaza Manuel Belgrano. En 1983 se realizan las primeras elecciones democráticas en nuestro medio, luego del período militar. Se disputaban el gobierno municipal tres candidatos: Dante Costa (UCR), Víctor Bartoloni (PJ) y José Viale ( Junta Vecinal). En octubre se conocieron los resultados. De un total de 6771 electores, se impuso el partido radical con 3159 votos, seguidos por el PJ con 2665 votos y la Junta vecinal con 721. Hubo 210 votos en blanco. Como vemos, los resultados coinciden con los de las elecciones nacionales. Fueron intendentes en esta etapa: Pedro Zanotti (1958-1969), Antonio Aldo Oliveto (1970-1973), Galeano (1973), Juan Armando Rossi (1973 -1977), Eduardo José Rosso (1977-1979), José Corinto Migliavaca (1979-1983), Dante Lorenzo Costa (1983- 1991), Dante Rosano (1991 -1999), Carlos Garetto (1999 -2004), Dante Rosano (desde 2004 a la actualidad).

A pesar de este crecimiento en infraestructura, el dato que más llama la atención en relación a 1940, es el relativo estancamiento en el cual se conserva el número de comercios, industrias y servicios. En 1979, Leones contaba en su totalidad con 306 comercios, industrias y prestadores de servicio, de los cuales 177 eran comercios, 106 eran servicios y 23 eran fábricas. Son pocas las diferencias en relación a los ’40, cuando había 172 comercios, 117 servicios y 16 industrias. El sector que más crece es el de los profesionales. De 20 en 1940, pasamos a 80 en este período, índice que nos sitúa en una mayor perspectiva alcanzada por estos sectores medios que se habían desarrollado en el período 1916-1964 y que habían podido acceder a la educación de sus hijos[30]. No obstante, la relativa estabilidad del sector en relación al período anterior, parecería indicar que el crecimiento en infraestructura, no fue acompañado con un crecimiento de la economía urbana e indirectamente nos remitiría al contexto nacional de los setenta. Durante la década de los sesenta, el país estaba dividido entre dos proyectos: uno ganadero y otro industrial. Los vaivenes entre uno y otro; por ejemplo, entre el desarrollismo de Frondizi, que intenta impulsar el sector de los servicios y de la industria y el del tradicional sector oligárquico agrícola ganadero, conducen a un progresivo estancamiento de la economía de Leones, que dependía directamente del campo. Por otro lado, ya avanzada la década de los setenta, comienzan a aparecer las economías vinculadas al capital financiero; de modo que desde entonces, serán tres los proyectos que se disputen por imponerse en el país; indecisión que trae para nuestra frágil economía urbana dependiente del campo en forma exclusiva serias dificultades. Es decir, la imposibilidad de definir un proyecto económico a nivel nacional y nuestra dependencia agrícola, generan un estanco en el crecimiento de nuestra economía urbana.

A finales de los ochenta ya es perceptible un crecimiento del sector comercial, industrial y de servicios. En 1989, según datos aportados por La Secretaría de Comercio e industria de la Municipalidad de Leones, las cifras son las siguientes: hay 281 comercios, 198 prestadores de servicios y 17 industrias; lo que hace un total de 496 establecimientos, con un crecimiento del 38% en relación al período anterior. También el contexto nacional explica, en parte, este avance. Porque, por un lado, a partir de la década del ’70, como es sabido, comienzan a implementarse en nuestro territorio nacional las políticas neoliberales basadas en el crédito contraído con el exterior, que generará una incipiente deuda externa y que luego crecerá hasta límites insostenibles. Por otro lado, las mismas estaban centradas en la transferencia de la esfera de lo público a lo privado, fenómeno conocido como descentralización del Estado. Es posible que el sector local haya accedido al crédito público e internacional y, así, dió un salto cuantitativo. Pero hay un dato que no debe sernos indiferente: la inflación de los ochenta. En una economía rural, los precios inflacionarios centrados en la especulación, pueden ser beneficiosos o perjudiciales. El constante aumento del precio de los granos, puede generar un incremento de ganancias y, por tanto, de inversiones en la economía urbana; o todo lo contrario, los vaivenes entre suba y alza de precios del grano, puede impactar negativamente en el sector rural y obligarlo a invertir en la economía urbana a fin de mantener ganancias que le permitan ‘pasar’ la crisis. Cualquiera de las dos alternativas es, no obstante, reveladora: la ciudad comienza a mostrar las ventajas y desventajas de poseer una economía absolutamente dependiente del campo, fenómeno que se hace evidente en estos vaivenes entre crecimiento y estanco de su economía urbana.

1990-2006: La ciudad transferida

Durante el período que va del noventa al 2006, se superponen dos percepciones de la ciudad que aparecen reflejadas, por un lado, en el periódico Nuevo Día de principios de los noventa, hasta 1996, y otra en una de las entrevistas realizadas para el presente trabajo. Es decir, una percepción del pasado y una del presente, a la que denominaremos, la percepción de la fiesta y la percepción del fracaso, respectivamente.

a- La percepción de la fiesta: 1990 – 1995

Toda percepción es engañosa, según dicen; pero lo cierto es que también es reveladora. Tiene la fuerza de hacernos ver o comprender lo que hasta entonces aparecía como vedado, sobre todo con el correr del tiempo. Si ojeáramos los periódicos locales del ’90 al ‘95 inclusive, se percibe que Leones crece, sobre todo en obras públicas que vienen a solucionar definitivamente lo comenzado en el período anterior respecto del problema del agua. Este problema no implicaba sólo la imposibilidad de acceso para el consumo, solucionado en los ochenta, sino y sobre todo, desde principios del siglo pasado, era un problema de infraestructura urbana y rural no atendido: la ciudad y los campos se inundaban.

Durante 1990 -1992 caen precipitaciones abundantes que elevan las napas freáticas de la región, lo cual trae serios inconvenientes: por un lado, más de 7000 hectáreas de campos permanecían bajo las aguas convertidas en verdaderas lagunas, haciendo no sólo intransitables los caminos, sino, además, transformando en improductivas las tierras; por el otro, algunos sectores del ejido urbano terminan también afectados, debiendo evacuarse la población, sobre todo del sector del Barrio La Fortuna; al tiempo que algunas casas particulares y edificios de la ciudad como la Iglesia, la Sede Social del Club Sarmiento y la Escuela ENET Nº 1 (hoy IPEM), comienzan a ceder en sus cimientos y se hunden unos centímetros. El problema en Leones no tuvo la misma magnitud que en Marcos Juárez, localidad donde se registró, además, el fenómeno de desmoronamiento de pozos negros, con accidentes que involucraban a peatones o dueños de residencias que caían en su interior. Fue común por aquellos años, en la zona, ver delimitados en las veredas, ya sea con pintura o con un tejido, el pozo negro de la casa, como medida preventiva. Algo había que hacer.

Los intendentes de la región organizan reuniones periódicas entre ellos y con los representantes de su municipio y de la provincia. Comienzan a llegar algunas partidas presupuestarias y empiezan las obras. En Leones, bajo la intendencia de Dante Rosano (1990- 1998), se analiza un viejo proyecto: el de la red cloacal desarrollado bajo la intendencia del contador Migliavaca; pero se establece que aquél era inviable, dadas las condiciones presentes del problema y se re-elabora. Por otro lado, se prevé la construcción de diferentes canales en los sectores sud y oeste de la ciudad, así como también en la zona rural sud hacia el Río Tercero. El 6 de marzo de 1992, llega una partida presupuestaria de 80 mil dólares para adquirir una retroexcavadora y, en la misma fecha, se comienza a estudiar el proyecto de las cloacas y del canal de desagües sur y norte. El 9 de octubre comienzan las obras en el sector del Parque del viajero y del Barrio la Fortuna, que detallaremos más adelante; el 2 de julio del ’93, se realiza el canal en el sector este y el 24 de setiembre del mismo año, se empieza el canal de la zona rural sud de Leones que absorbería el exceso de precipitaciones y con una extensión prevista de 19.700 metros hasta la desembocadura del Río Tercero. En paralelo al trazado del canal rural, el 28 de enero de 1994, comienzan las obras de los desagües cloacales. El domingo 27 de setiembre de 1995, se produce la inauguración de las obras de desagües cloacales y del canal rural; termina así, uno de los máximos flagelos para la economía rural y para la infraestructura urbana de Leones.

Pero también, Leones crece en el sector comercial y de servicios, lo cual contribuye, sin dudas, a dar esta imagen de fiesta, de algo que se está solucionando en pos de su desarrollo. Según datos de la Secretaría de comercio e industria de la Municipalidad de Leones, había en 1994, 378 comercios, 236 servicios y 22 industrias, vinculadas estas últimas al sector agrícola ganadero, con un total de 636 establecimientos dedicados a tales actividades. Lo cual implicó un crecimiento del 22 % desde 1989, y de un 4,5% anual durante cinco años. Parecería que los cambios en infraestructura fueron acompañados, como vemos, por un crecimiento de la economía urbana sostenido.

Las inversiones en materia de infraestructura y este crecimiento económico en tan sólo cinco años, se explican, en parte, por el apogeo de una época en la que se impulsó una política crediticia y que, como mencionáramos con anterioridad, comienza en las décadas del ’70 –’80. Estamos en el período en que estas políticas económicas y neoliberales eclosionan, llegan a su máximo desarrollo, sumado ahora a la estabilidad monetaria implementada por Domingo Cavallo, bajo la presidencia de Carlos Menem. De modo que varios sectores gubernamentales y hasta cualquier ciudadano común tuvo acceso a determinados créditos que le permitieron hacer sus inversiones; lo cual explica, en parte, este aparente crecimiento de la ciudad.

Pero las percepciones son engañosas, dijimos. En primer lugar, porque a todo crédito hay que pagarlo; y en segunda instancia, porque nuestro desarrollo urbano no implicó un crecimiento de la economía rural, de la cual dependía. Respecto del primero, es conocido que la política crediticia implicó un endeudamiento a nivel nacional que llegó a límites insostenibles; cada vez más, los ciudadanos y empresas se endeudaban sin poder hacer frente al costo de intereses descomunales que se aplicaban sobre sus compras. Respecto del segundo, el estanco de la moneda, bajo la política del uno a uno, si bien solucionó el problema de la inflación, no contribuyó al aumento de las ganancias de los sectores rurales, estancándolos con el tiempo. Nuestra ciudad, adicto- dependiente a este sector de la economía, pronto se verá afectada, sobre todo con la crisis de la provincia de Córdoba del ’95 que la dejará truncada en sus expectativas, sin posibilidad de dar un salto cualitativo, a pesar de la fiesta.

b- La percepción del fracaso: 1996- 2006

En una entrevista realizada a Pablo Gomila, de 21 años de edad, cuando preguntamos cómo veía a Leones en la actualidad, observó:

“C:-¿Y qué cambió de Leones desde que vos eras chico hasta ahora; si notaste algo?

Pablo:- Lo noto más renovado y más reactivado a Leones; me pareció que en una época estaba más apagado.

C:- ¿En qué época lo notaste más apagado?

Pablo:- Cuando yo empezaba a salir entre los doce y los quince años míos; o sea, hace cinco o seis años atrás; me pareció a nivel comercial un poco más apagado y menos movimiento de gente; me parece que hoy está más reactivado ese tema; la gente se mueve más y está más interesada para sacar adelante el pueblo, ¿no?[31]

Otro de nuestros entrevistados, Sergio Daniel Lescano, de 24 años de edad, observó:

“C:- ¿Y cómo lo ves hoy a Leones en comparación con años anteriores?

Sergio:- Un poco más avanzado; pero comparado con otros pueblos, está todo mal - corta en la frase.

C:-¿Qué cosas están mal?

Sergio:- La… forma de trabajo, de… qué se yo; la juventud, a veces, también hoy en día; creo que ya están todos igual, no hace falta ser de acá.

C:- ¿En qué sentido el trabajo?

Sergio:- No hay avance; los otros pueblos avanzan; los otros pueblos se preocupan por avanzar; en Leones, no. ¿No es cierto?

C:-¿En qué lo notás a eso?

Sergio:- En que no hay fábricas; no hay industrias; eh… no hay recursos para la gente; todo el trabajo que hay es del campo y es de ellos, y solamente de ellos y nada más que eso. No se preocupan por decir que vamos a abrir una fábrica y vamos a traer cien ciento cincuenta empleados y vamos a darle trabajo a la familia; no; piensan en ellos únicamente; no como en otros lados.[32]

Como vemos, en estos jóvenes de veinte años, existe una percepción negativa y de inestabilidad sobre el destino local. Percepciones que son coincidentes en la mayoría de sus puntos; pero que también presentan diferencias sutiles. Pablo asegura que Leones hoy está más reactivado en comparación con cinco o seis años atrás, en lo que notó un cierto estanco a nivel comercial. Sergio, por su parte, agrega que si bien está más reactivado, en comparación con otras localidades, está “todo mal”, por que, a diferencia de Pablo, sostiene que la gente no se preocupa por “avanzar”.

Lo que interesa de estos modos coincidentes y divergentes de entender la realidad, es ver hasta qué punto estas percepciones dicen o no la verdad, con datos concretos. Si Pablo e, indirectamente, Sergio, aseguran que años atrás, Leones estaba estancado; deberemos retrotraernos en el tiempo y ver qué fenómenos se dieron hasta el presente, para evaluar si realmente esto fue así.

Durante 1995, la Provincia de Córdoba entra en un período de crisis económica. En enero de ese año, por ejemplo, el gobierno provincial se ve imposibilitado de pagar los sueldos a los empleados estatales y a los jubilados, por una pérdida de 12 millones de pesos en operaciones financieras por efecto del tequilazo. Además, presentaba una deuda, generada por la economía del crédito de la que habláramos con anterioridad, de 400 millones de dólares[33]. Por estos motivos, desde la Nación se intimida al entonces gobernador de la provincia Eduardo Angeloz a privatizar EPEC y los bancos provinciales. En un primer momento se niega e implementa una política de ajuste. Pretendía recortar los gastos de la provincia en 200 millones de dólares, sin despedir a nadie y por eso, elevó la edad jubilatoria y fusionó los bancos provinciales. Al mismo tiempo, el atraso de sueldo profundizó la crisis en educación, sin inicio de clases en forma regular hasta agosto. Como corolario se produce un corte en la cadena de pagos, al no cobrar sus sueldos los estatales; razón por la cual, quiebran numerosas empresas: el 21% de los locales comerciales cierra. Ante el fracaso, Angeloz traspasa el poder a Mestre, quien asume en julio de ese año. Se promulga, entonces, la ley de emergencia provincial por la cual se emiten 800 millones de pesos en Cecor y se recorta en un 40% la jornada laboral de los agentes públicos. En octubre, al mismo tiempo, una sequía produce pérdidas en el sector agrícola ganadero y se incendian 200 mil hectáreas de campos y áreas forestales. Ya en diciembre de ese año, el ministro declara que “los hospitales públicos no van más[34] y se acuerda un nuevo régimen para los municipios y comunas, mientras se reducen las jubilaciones en un 18 %.

Los coletazos de la crisis llegan a Leones por entonces. Retenciones de servicios y pérdidas en el sector agrícola, son las que más afectan a la localidad en aquel año. Pero es en 1996 que las medidas provinciales terminan por asestar ciertos golpes a nuestra ciudad. Si la misma, en 1964, había sido declarada ciudad por contar con un Hospital zonal, por poseer un establecimiento de enseñanza media que formaba técnicamente, por sus establecimientos industriales importantes y por su población que alcanzaba, contando al sector rural, a los 12 habitantes, a partir de 1996, la ciudad irá perdiendo uno a uno estos logros que la habían colocado donde estaba. Por ley nacional Nº 7850, reformada en 1987, de transferencia de las entidades públicas a los municipios o a efectores privados, el 8 de marzo de 1996, se transfiere a la municipalidad el Hospital Zonal, transformándose en hospital municipal. A mediados de ese año, se fusiona la Escuela Manuela Pedraza con la entonces ENET Nº1 y se crea el IPEM Nº 256; pero cerrándose los talleres de formación técnica del antiguo establecimiento educativo. Los habitantes en 1996 llegan apenas a los 9054, sin incluir el sector rural, según datos del periódico Nuevo Día del 13 de diciembre de 1996.

Leones, polo de atracción de población, con un hospital zonal, con un establecimiento técnico que contaba, además, con un internado al que concurrían entre 200 y 300 alumnos por año de todo el país, con una industria capaz de absorber algo de su mano de obra, termina en pocos años con el sueño del que creía estar participando hasta entonces. La infraestructura urbana queda reducida y la economía rural empobrecida.

Lamentablemente, no disponemos de datos sobre el sector comercial, industrial y de servicios de aquellos años; pero, no obstante, los datos actuales pueden arrojar alguna luz. Hasta el 14 de marzo del 2006, Leones contaba con 347 comercios, 276 servicios y 30 industrias, lo que hace un total de 653 establecimientos del sector inscriptos en la Secretaría de comercio e industria de la Municipalidad de Leones. Por tanto, el crecimiento de la economía urbana en 12 años, fue de sólo el 2,6% del sector, casi nulo, en comparación con el crecimiento del 22% desde 1989 a 1994, en sólo cinco años. Debemos agregar que nuestros entrevistados coinciden también en que hay una reactivación; lo cual nos hace suponer que el sector hasta el 2006 había disminuido en lugar de crecer. Desde finales de los noventa, se hizo notorio en Leones el estanco. Comercios cerrados, el centro de la ciudad avejentado, etc., eran señales directas de que algo no funcionaba. La crisis nacional del 2001 también dio sus coletazos. En diciembre, algunos sectores de la población arremetieron contra el municipio y los supermercados de la localidad. Se produjeron juntas de vecinos enfrente de la Iglesia que pretendían solucionar la crisis con sus propuestas. La situación se agravaba tanto como a nivel nacional. Con el tiempo y el desenvolvimiento de los acontecimientos a nivel nacional, la convulsión se calmó. Quizá porque las medidas de los gobiernos que se suceden en esos años hayan emparchado un poco el malestar. La reactivación que mencionan Pablo y Sergio, tal vez, sea consecuencia de la elevación del precio del dólar que favoreció la exportación agrícola y permitió una recuperación de nuestra economía, porque, hemos visto, el crecimiento de la economía urbana fue casi nulo en 12 años.

De modo que la percepción de estanco de los entrevistados no es infundada y ese estanco obedece no a las intenciones de las intendencias municipales de los últimos años, que hicieron manifestaciones de oposición estas políticas[35], sino a la despiadada rapiña de las economías neoliberales basadas en el crédito contraído con entidades del exterior, en la transferencia de servicios y empresas públicas en manos de entidades privadas y/ o municipios y en el estanco de los precios en una economía de mercado, con serio perjuicio del sector rural. Sin embargo, las responsabilidades son compartidas en el sentido de que Leones, como ciudad, no fue capaz de desarrollar en su historia una economía urbana lo suficientemente fuerte que no la haga depender del campo. La prueba está en el mantenimiento casi inalterado del sector industrial desde los cuarenta hasta la actualidad, oscilando entre 17 y veintidós establecimientos. La suba de treinta en la actualidad es un resabio de las políticas de creación de PYMES de los noventa y, también, producto de un pequeño incentivo desde el municipio con la creación del parque industrial. Una ciudad sin industrias no es ciudad; tiene mucho de colonia agrícola y, tal vez, sea éste el motivo por el cual sus habitantes, en las entrevistas, la denominan pueblo. Hay algo que la conciencia colectiva percibe, a pesar de que los papeles digan otra cosa. Es decir, no es incorrecto que el campo sea un sector fuerte; el problema es que Leones como ciudad no ha sido capaz, en su historia, de generar una economía urbana compuesta por comercios, industrias y servicios, lo suficientemente fuerte como para sostenerse aquellos años en los que el campo no es favorecido, ya sea por problemas inherentes al sector o por las políticas nacionales que fluctúan, también, ayudando a una u otra parte de la economía durante toda la historia nacional, sin concentrarse en el crecimiento del conjunto. Tal vez sea tarea del futuro edificar una ciudad sólida, sin la directa dependencia del campo para evitar estos vaivenes económicos propios de nuestro pasado y cuyos inconvenientes se manifiestan con intensidad en nuestro presente.

EXTRACTO DEL CAPÍTULO III: Estampas y sentidos ocultos

Lo Público y lo Privado

Antoine Prost plantea en “Transiciones e interferencias”[36] que existen dos movimientos que marcan la evolución de lo privado en el siglo XX. Uno es el hecho de que el trabajo sale fuera de los límites privados del hogar y el otro que el individuo conquista, en el seno de la misma familia, un espacio íntimo. De modo que se produce una especialización de momentos y lugares que aumenta el contraste entre la esfera pública y la privada. Sin embargo, se desarrollan, al mismo tiempo, o persisten como productos del pasado, espacios de transición: el pueblo y el barrio. Prost considera pueblo en Francia a lugares ocupados por menos de cincuenta mil personas; pero observa que aún en aquellos que cumplen con esta cifra, se puede considerar, respecto de las fronteras de lo público y lo privado, persistencias de una forma de vida similar al poblado. De este modo, “El espacio concreto del barrio, o del pueblo, es una superficie abierta a todos, regido por reglas colectivas; pero que tiene como “hogar”, en el sentido óptico, un lugar cerrado, la casa propia. Es un afuera definido a partir de un adentro, un público cuyo centro es un privado[37]”.

Las plazas de Leones, asevera Antonio Oliveto, son un patio trasero; es decir, un afuera, definido a partir del adentro del propio hogar. Se reconocen, de inmediato, como lugares donde las esferas de lo público y de lo privado se mezclan, se rozan y son indistinguibles. Pablo Gomila asegura que ha podido decir en una plaza lo que en otro lugar no hubiese podido y la mayoría, hemos visto, considera que se reúne con sus amigos en el lugar porque es un espacio más íntimo, donde se puede hablar de ciertas cosas por fuera del control social. En esta instancia, las plazas y parques de Leones son, por así decirlo, espacios privados, apropiados por grupos de amigos o por las personas de sus alrededores. Pero también, y al mismo tiempo, son lugares públicos; puesto que están regulados por ciertas reglas y pautas sociales que determinan lo que está permitido y lo que no[38].

Por eso, hemos visto, han estallado ciertos conflictos generacionales ante el hecho de que los adultos viven como un problema que los jóvenes y adolescentes “se la pasen todo el día en la plaza”. Por otro lado, todos los entrevistados manifestaron un rechazo por los destrozos que se hacen en las plazas, como si fuese una ley social pautada y establecida el cuidado de la misma, lo cual nos ubica en el terreno de lo público. Estas transiciones, como observa Prost, se hacen visibles tanto más si consideramos que “cada persona es conocida por un determinado número de particularidades de su vida privada por gentes con las que no tiene nada que ver y que no ha escogido, pero que, sin embargo, no son extrañas: los vecinos. La proximidad en el espacio crea un conocimiento recíproco o por lo menos aproximativo: quien no es conocido de todos parece a sus ojos como un intruso[39]”. Las plazas y parques de Leones son los lugares donde uno ve y es visto, donde uno reconoce y es reconocido; y, por tanto, el parque y la plaza es el lugar de la exposición ante la mirada de los demás; lo cual habla de una carga pública otorgada al espacio; pero también de la persistencia de una cultura de pueblo, aún cuando Leones sea una ciudad.

Esto que a simple vista es sencillo esconde, en el fondo, una complejidad mayor. Porque no todos los lugares gozan de estas transiciones entre lo público y lo privado en la misma medida:

“C:-Parques como El Parque del viajero; el Parque Fiesta Nacional del Trigo o la zona parqueada del Club Sarmiento…

Pablo:-Sí, sí; también; pero… a uno de los que más he ido es al Parque del viajero. Que es más allá; favorece al grupo de amigos; a ir a comer algo, a hacer el asado. He estado en esos parques, sí. Pero ya al Parque Fiesta Nacional del Trigo, no tanto; pero sí, también favorece un poco eso; pero no se está más cómodo como en una plaza; el Parque ya es un ambiente más cerrado, hay más plantas, es otro ambiente…

C:- Claro; se da otra cosa. ¿Qué otras cosas se dan en un parque que no se da en una plaza?

Pablo:-Claro; hacer algo más en grupo; algo, por ejemplo, más tranquilo. Se va a cenar, a charlar, a escuchar música; lo que sea; pero es más tranquilo el ambiente y además en los parques uno tiene que tener más cosas en cuenta; como hay que cuidar más el no tirar basura; en esto, en lo otro; por el mismo tema de que, suponete, en el parque del Club Leones siempre hay gente, obviamente que está bárbaro, vigilando que los chicos no rompan las cosas, que no tomen ni se pasen; entonces, uno tiene que estar más pensando en tantas cosas que, por ahí no favorece a lo que uno quiere estar cómodo y…

C.-Entonces, ¿vos creés que por eso difiere, digamos, la experiencia de lo que puede ser ir al Parque del viajero del del Club Leones o Sarmiento, por una cuestión de vigilancia?

Pablo:-Puede ser, porque incluso hasta el Parque del viajero es hasta más libre y yo creo que la gente, dentro de todo, lo cuida bastante; por lo que es, que no hay vigilancia, no hay nada. Y es algo que está al acceso de cualquier persona que pase por la ruta. Porque uno siempre ve a gente de afuera que para; porque ve un espacio verde y para. Por eso la gente lo cuida bastante. Y sí, puede ser una diferencia entre el Club Sarmiento y el Club Leones que son relativamente lugares privados, donde uno tiene que… mantener una cierta… conducta, que por ahí en un lugar que no esté vigilado, igual la mantiene; pero como que ya tenés algo que te presiona; en otro lugar, no[40]”.

Las plazas son espacios donde la transición entre lo público y lo privado, favorece un ambiente de intimidad a pesar de la mirada del vecino; mientras que los parques son espacios más públicos, regidos por reglas privadas que regulan el comportamiento de los sujetos; a excepción, claro está, del Parque del Viajero, cuyo destino, si bien público, escapa de controles por particulares como en el caso de los clubes. Estas diferencias de transiciones son, sin embargo, reveladoras, porque permiten descubrir un rasgo de nuestra identidad cultural que aún permanece latente y resguardado en el interior del espacio de nuestra ciudad: la cultura rural de pueblo, donde todos se conocen por todos y en la cual se hacen evidentes las indiferenciaciones entre una y otra esfera.

Los nombres

Los nombres otorgados al espacio son marcas culturales que revelan sentidos profundos asociados a nuestra vida y nuestra historia. Son, asimismo, como establece Paul Claval, formas culturales de apropiarse del espacio. En el caso que nos compete, hemos visto la génesis de las plazas y parques de Leones, como así también los cambios y desarrollos de sus distintas denominaciones. Tales cambios son históricos y revelan la oposición de poderes en lucha sobre un mismo espacio.

En el caso de las plazas más antiguas (La de La madre y la Plaza General Belgrano), hemos visto que las mismas nacen con un nombre asociado a una orientación espacial trazada a partir de las líneas férreas: se llamaron Norte y Sur. Este primer nombre esconde, como dijimos, la importancia otorgada a los ferrocarriles como estructuradotes del espacio en tanto que los mismos eran el motor económico del S XIX. Pero, a medida que el tiempo avanza y se instituye una autoridad municipal que representa los intereses nacionales, los nombres dados a lo público cambian por otros que llevan la marca de valores patricios. Se denominará, desde entonces, a la Plaza Norte como Plaza Colón y en los ’30, al espacio entre el municipio y la policía, como Plazoleta san Martín; y a la Plaza Sur se la llamará Plaza Manuel Belgrano. El cambio definitivo ocurrirá en la década de los ’60, cuando la Plazoleta San Martín pase a llamarse Plaza de la Madre, debido a la estatua de Tosello.

Sin embargo, estos nombres oficiales chocarán con una nomenclatura popular asociada a los espacios. Porque la gente también los marca y se apropia de ellos. A la Plaza colón y Plazoleta san Martín el pueblo la llamará, en conjunto, Plaza de la Madre o Placita de la policía; y a la Plaza Manuel Belgrano, la Placita del Barrio Sur. Como vemos, el nombre oficial choca con el nombre popular. Mientras el primero marca el espacio con la carga de los valores patricios y nacionales, el segundo, marca una pertenencia a un barrio, como el caso de la Placita del Barrio sur, o la particulariza por una característica del lugar, como el monumento o la Estación de policía.

Estas dos nomenclaturas que chocan en la designación urbana de los lugares se hace extensiva a todas las plazas y parques de Leones. Así, los nombres oficiales de la Plaza 25 de mayo, de la Plaza Malvinas Argentinas, del Parque del Viajero, del Parque Benvenuto, del Parque Fiesta Nacional del Trigo, del Playón polideportivo municipal, del Complejo del Club Sarmiento tienen su correlato en los populares Plaza de la Iglesia, Plaza de las Malvinas, La Lagunita o Parque del pueblito, Plaza de la ESCBA, Club Leones, Playón o Maestoso, respectivamente. Como vemos, los nombres oficiales cargan al espacio de valores que instituyen un orden de símbolos patrios, o que refieren a ex propietarios o a eventos trascendentes para la ciudad y/o la Nación; a excepción del Parque del viajero que indica una función social concedida al lugar. Mientras que, en el otro carril, los nombres populares signan de sentidos diferentes al espacio, ya sea acortando el nombre oficial (Playón, Plaza de las Malvinas), o cambiándolo por el de la institución al que pertenece (Club Leones, Plaza de la ESCBA), o señalando su origen antes de volverse Parque (Maestoso) o, como dijimos, remarcando una particularidad del lugar (Plaza de la Iglesia, Lagunita), o insertándolo en un vínculo de pertenencia a un lugar de la ciudad (Parque del pueblito).

Entre las dos nomenclaturas se tejen relaciones complejas; pero prima la marca popular como forma de orientarse en el espacio. El nombre oficial queda relegado a notas de prensa o a documentos y actos oficiales. En relación a este punto, el nombre oficial permite una distribución espacial de los acontecimientos “patrios”, ya que hace que unas plazas y parques sean empleados para algunos actos y otras, para otros. Así ocurre, por ejemplo, con La Plaza Malvinas Argentinas, la Plaza Manuel Belgrano o el Parque Fiesta Nacional del Trigo. En cada una se efectuará el acto correspondiente a la gesta, prócer o celebración que le corresponde por su nomenclatura; en tanto que los demás actos se harán en la Plaza 25 de Mayo, considerada la plaza pública y central del pueblo, tal y como Mayo lo es en la axiología de los valores patricios de la Nación. No obstante, esta corta y efímera utilización del nombre oficial, perece tras la realidad de que la gente llama y se orienta en el espacio con el nombre popular a partir del cual lo ha apropiado y creado un vínculo de pertenencia.




[1] ROMERO José Luis, “Introducción” en Latinoamérica: las ciudades y las ideas, Buenos Aires, Siglo XXI, 1986, pág. 12: “Pero en todos los casos un inconmovible preconcepto los llevó a operar como si la tierra conquistada estuviera vacía –culturalmente vacía-, y poblada sólo por individuos que podían y debían ser desarraigados de su trama cultural para incorporarlos desgajados al sistema económico que los conquistadores instauraron, mientras procuraban reducirlos a su sistema cultural por la vía de la catequesis religiosa. El aniquilamiento de las viejas culturas –primitivas o desarrolladas- y la deliberada ignorancia de su significación constituía el paso imprescindible para el designio fundamental de la conquista: instaurar sobre una naturaleza vacía una nueva Europa, a cuyos montes, ríos y provincias ordenaba una real cédula: que se les pusieran nombres como si nunca los hubieran tenido”.

[2] RAMA Ángel. La ciudad letrada, Cap 1-2, Comisión Uruguaya pro fundación Internacional Ángel Rama, Montevideo, 1976, pág. 12: “Dentro de ese cauce del saber, gracias a él, surgirán esas ciudades ideales de la inmensa extensión americana. Las regirá una razón ordenadora que se revela en un orden social jerárquico transpuesto a un orden distributivo geométrico. No es la sociedad, sino su forma organizada la que es transpuesta; y no a la ciudad, sino a su forma distributiva”.

[3] RAZORI Amílcar. “La posta, el puerto y la estación ferroviaria” en Historia de la ciudad argentina, Buenos Aires, Imprenta López, 1945, pág. 300.

[4] SARMIENTO, Domingo Faustino. “Aspecto físico de la República Argentina; caracteres, hábitos e ideas que engendra” en Facundo, Buenos Aires, Emecé, pág. 39.

[5] NUÑEZ, Marta. Leones, en el pasado y presente, Córdoba, Talleres gráficos Offcet, 1980, pág. 29-30.

[6] NUNEZ , M., op. cit., pág. 31.

[7] PENNA Mario Nelso. La sexta posta. Una evocación sobre la posta “Los leones” y sus inicios, No se consignan más datos.

[8] NUNEZ, M., Ibidem.

[9] PENNA Mario, op.cit, pág.18-19.

[10]A.A.V.V., “Los orígenes de Marcos Juarez” en Marcos Juarez, cien años de historia, Impresiones Offset NIS, 1987, pág. 16. La copia de la historia de Marcos Juárez efectuada por Penna no culmina allí. Por ejemplo, una de las citas que atribuye en su trabajo a las Memorias de Timoteo Gordillo parece, en realidad, extraída del ejemplar de la localidad vecina editado en 1987. De igual manera, cita el mismo párrafo del acta de catastro que Núñez en la cual aparece La posta Los Leones; lo cual señala una sospechosa coincidencia. Agreguemos que del mismo párrafo coincide no sólo la cita que se señala con comillas, sino también las palabras que Núñez agrega para resumir el acta.

[11] NUNEZ, op. cit , pág. 31

[12] Ibidem.

[13] Hay innumerables fuentes orales que nos comentaron que sus padres decían siempre al pasar por ese sitio que allí estaba la Posta.

[14] NUNEZ, op.cit., pág. 35.

[15] SCALABRINI ORTIZ Raúl, “Ferrocarril Central Argentino” en Historia de los ferrocarriles argentinos, Buenos Aires, Plus Ultra, 1974.

[16] RAZORI Amílcar, “La colonización agrícola”, en Historia de la ciudad argentina, Buenos Aires, Imprenta López, 1945, pág. 451.

[17] RAZORI A., op.cit.

[19] NUNEZ Marta, op. cit, pág. 35.

[20] PENNA Mario, op.cit., pág. 20.

[21] NUNEZ, Marta, op. cit., Pág. 35.

[22] NUNEZ, M., Ib., Pág. 39.

[23] Ibidem., Pág. 60.

[24] Ibidem., Pág. 53-54.

[25] Según datos aportados por cada Institución, el orden de creación es el siguiente: Escuela Joaquín Víctor Gonzáles (1906, llamada Diógenes Hernández. Funcionó, al principio, donde hoy se encuentra el IPEM Nº 256. En 1940 recibe su designación definitiva.), Escuela Comandante Luis Piedrabuena (1930, llamada Escuela Nº 304 de Jornada Completa. El 1 de julio de 1980, debido a sus bodas de Plata, cambia el nombre por el actual), Escuela Mariano Moreno (1933. Por impulso de la Colonia El Chajá), Escuela William Henry Partridge (1938, denominada Domingo Faustino Sarmiento. En 1982, adquiere el nombre presente), Instituto Gral. José María Paz (1961. Comienza como departamento de aplicación del Instituto secundario José María Paz –hoy ESCBA-. En 1968, abre el primer Jardín de Infantes), Escuela Fray Mamerto Esquiú (1964. Comienza funcionando en un campo donado por Nelio Rossetti). Es de resaltar que incluimos aquí a la escuela Joaquín Victor Gonzáles, aunque sea fruto del período anterior, dado que su edificio definitivo se consigue en 1940.

[26] NUNEZ, M., op. cit., pág. 170.

[27] Ibidem., pág 223.

[28] Ibidem., pág 224. El subrayado nuestro.

[29] “Sí o sí conscientes de la realidad”, Nuevo Día, Leones, 2 de octubre de 1992, pág. 4.

[30] NUNEZ, M., Ib., pág 151-165.

[31] Archivo oral de la Municipalidad de Leones (en adelante AOML), “Entrevista a Pablo Gomila”, 2006, pág. 1.

[32] Ibidem, “Entrevista a Sergio Lescano”, 2006, pág. 1.

[33] Todo los datos fueron extraídos de “La economía de Córdoba en 1995” en Nuevo Día, Leones, 5 de enero de 1996, pág. 2.

[34] Op. cit.

[35] Véase, por ejemplo: “Comunicado del Consejo deliberante. Rechazo al cierre total y/o parcial, traspaso y/o fusión de los establecimientos educativos de la provincia de Córdoba” en Nuevo Día, 23 de agosto de 1996, pág. 2.

[36]PROST Antoine, “Transicciones e interferencias” en ARIES Philipe, DUBY, George, Historia de la vida privada, Madrid, Taurus, 1992, pág. 115.

[37] op. cit, pág. 116.

[38] El sentido de público y privado no es el popular, como vemos. No se considera público, en el presente trabajo, a lo que depende del Estado, sino a los espacios que son empleados colectivamente y bajo reglas aceptadas por la sociedad. Así, por ejemplo, el Parque Fiesta Nacional del Trigo es un espacio público, aunque posea un propietario que no es ni la Nación ni el Municipio. Lo privado, por oposición, será lo que se relacione con la individualidad y la intimidad del sujeto. Ambas categorías son de índole socio-psicológica y no exclusivamente económica, ni tampoco apelan a una cuestión de propiedad material.

[39] Ibidem.

[40] AOML, “Entrevista a P. G.”, 2006, pág. 3-4.